LA ENSEÑANZA EN LA EDAD MEDIA

 Por lo general el niño iba a la escuela de su parroquia o del monasterio más próximo. Todas las iglesias tienen adjunta una escuela. A ello las obliga el Concilio de Letrán de 1179, y en Inglaterra todavía puede verse la iglesia junto a la escuela y el cementerio.

Muchas veces son fundaciones señoriales las que garantizan la instrucción de los niños. Otras veces se trata de escuelas exclusivamente privadas. Los habitantes de un poblado se asocian para mantener a un maestro que toma a su cargo la enseñanza de los niños. Estos utilizaban estiletes para escribir en sus tablillas barnizadas de cera, los cuadernos de entonces.

Son los privilegiados quienes reciben la enseñanza de las escuelas episcopales o monásticas, o bien de las escuelas capitulares, porque también los capítulos de las catedrales tenían la obligación de enseñar. 

Algunas alcanzaron durante la Edad Media particular esplendor. Por ejemplo, en Francia, las de Chartres, Lyon, Le Mans -donde los alumnos representaban tragedias antiguas-, Lisieux -donde a comienzos del siglo XII iba a enseñar el obispo personalmente- o Cambrai -a la que pertenece un texto que menciona el erudito Pithou, según el cual las escuelas capitulares fueron instauradas fundamentalmente para ser útiles al pueblo en la conducción de sus asuntos temporales.

Alcanzaron aún mayor renombre las escuelas monásticas, donde llegaron a educarse monarcas. 




A partir del siglo XII hallamos en París tres clases de establecimientos escolares: la escuela Nuestra Señora, grupo de escuelas del obispado, las escuelas de las abadías y, por último, las instituciones particulares que abrieron los maestros que se habían diplomado para enseñar, como por ejemplo Abelardo.

El niño entraba en ella a los 7 u 8 años de edad, y la enseñanza que preparaba para los estudios universitarios se extendía a lo largo de una década. Varones y niñas estaban separados. Para las niñas había establecimientos particulares, tal vez menos numerosos pero donde los estudios alcanzaban a veces niveles muy altos.

La abadía de Argenteuil, donde se educó Eloisa, proporcionaba el aprendizaje de la Sagrada Escritura, letras, medicina y hasta cirugía, aparte del griego y el hebreo que introdujo Abelardo.

En general, las escuelas daban a sus alumnos nociones de gramática, aritmética, geometría, música y teología, que les permitía acceder a las ciencias que se estudiaban en la Universidad. Algunas incluían enseñanza técnica. Así, al mismo tiempo que aprendían la Sagrada Escritura y las letras algunos alumnos trabajaban el oro, la plata y el cobre.

Solían secundar a los maestros los alumnos de más edad y mejor formados.


C'etoit ce belle chose de plenté d'ecoliers

Ils manoient ensemble par loges, par soliers,

Enfants de riches hommes et enfants de toiliers.

(Era hermoso ver la multitud de escolares,

los hijos de los ricos, los hijos de los obreros 

convivían en la misma fila, en la misma habitación)


dice Gilles el Muisit recordando su juventud. En efecto, es esa época los niños de las diferentes clases sociales se educaban juntos, como lo atestigua la anécdota que presenta a Carlomagno irritado contra los hijos de los barones, que eran perezosos, contrariamente a los hijos de los siervos y de los pobres.




La única distinción que se hacía era la de la retribución, dado que la enseñanza era gratuita para los pobres y de pago para los ricos. Esa gratuidad podía prolongarse mientras duraran los estudios y también extenderse al acceso al título.

Por otra parte, en la Edad Media había poca diferencia en la educación que recibían los niños de diferentes condición. Los hijos de los vasallos más humildes se educaban en la mansión señorial junto a los del señor. Los hijos de los burgueses ricos estaban sometidos al mismo aprendizaje que el del más humilde artesano.

Esta es la razón por la cual hay tantos grandes personajes de origen humilde. Suger, que gobernó Francia durante la cruzada de Luis VII, era hijo de siervos. Maurice de Sully, el obispo de París que hizo construir la iglesia de Notre-Dame, nació de un mendigo. San Pedro Damián fue porquero en su infancia. Gerbert d'Aurillac, una de las luces más fulgurantes de la ciencia medieval, fue también pastor. El papa Urbano VI era hijo de un zapatero de Troyes. Gregorio VII, el gran papa del medioevo, era hijo de un pobre cabrero.

A la inversa, muchos grandes señores son letrados cuya educación no debió diferir en mucho de la de los clérigos. Ricardo Corazón de León nos dejó poemas, por ejemplo. Un caso excepcional es el del rey español Alfonso X el Sabio, que escribía alternativamente poemas y obras de derecho. Su obra Tablas Alfonsinas significó un notorio progreso en los conocimientos astronómicos. Dejó, además, una amplia Crónica sobre los orígenes de la historia de España y una compilación de derecho canónico y derecho romano que fue el primer Código de su país.


Régine Pernoud: A LA LUZ DE LA EDAD MEDIA

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