EL ORO Y EL COMERCIO EN EL INICIO DE LA BAJA EDAD MEDIA

Hay que tratar de responder a dos interrogantes fundamentales: ¿cuán extensa fue la circulación del oro y qué importancia tuvo ese metal, sea cual fuere el alcance de su circulación?

Según Henri Pirenne, el oro circuló en forma amplia en los reinos germánicos.

Los bárbaros de Galia y de otras regiones se apoderaron simplemente del sistema monetario romano, basado en el SOLIDUS de oro de Constantino. La repetida acuñación de oro de que nos hablan las fuentes, la gran riqueza de los reyes bárbaros y la Iglesia, las fortunas privadas, la recaudación de impuestos en oro, las grandes sumas repartidas entre los pobres, o confiscadas, o bien ofrecidas como soborno, o dadas en dote, indican que en Occidente había una considerable reserva de oro.

Por supuesto, importa mucho determinar su origen. No provenía de minas inexistentes. No podían haberlo proporcionado ríos auríferos. Y aunque una parte de las "inmensas riquezas" de oro de Occidente puede haber sido adquirido como un botín, como un tributo de otros germanos y de los eslavos y como subsidios de Bizancio, esto no explica su abundancia.

Para Pirenne era enorme la reserva de oro en los reinos de Occidente, sobre todo en Francia, un oro que debía de afluir sin cesar del exterior, ya que Occidente no tenía grandes existencias de un oro propio en vetas, pepitas o polvo.


¿De dónde provenía esa avalancha de oro? Pirenne responde que del comercio. Esta teoría se burla de las afirmaciones de Ferdinand Lot y otros de que Occidente, en la era merovingia, vivía bajo un régimen de economía natural.

Pirenne desecha una alusión de Gregorio de Tours al pago de impuestos en especie en el siglo IV diciendo que pertenecía al período imperial anterior, como si esa declaración lo eximiera de todo examen.

También hace notar que los bárbaros conservaban el sistema monetario imperial sin cambios, y en forma algo inconexa cita a Gunnar Mickwitz (*) como autoridad para respaldar la opinión de que el siglo IV no puede ser considerado un siglo de economía natural. 

Pirenne creía también que el comercio, tanto por mar como por tierra, fue amplio después de las invasiones, que esto era continuación de un estado de cosas de la Roma del Bajo Imperio y que muchos mercaderes judíos, sirios, griegos y occidentales participaron del animado intercambio de diversos artículos de consumo diario con el Imperio de Oriente.

Esa creencia en un amplio comercio es insostenible, como que el volumen del comercio con Oriente, pequeño antes de la conquista del Mediterráneo occidental por los sarracenos, continuó poco más o menos en la misma forma.

Si es verdad que esa actividad comercial inicial fue modesta, se sigue de ello que los reinos germánicos no pudieron obtener tan enormes cantidades de oro "continuándola", simplemente.

Ni se puede suponer que hayan iniciado un vigoroso renacimiento comercial.

Ninguna crítica sobre la teoría económica de Pîrenne ha sido más incisiva que la de Norman Baynes, quien va al fondo del asunto diciendo: "El problema central que está en juego es la posición de la Galia merovingia y más que nada el papel desempeñado por los mercaderes sirios de Occidente en la vida económica del reino merovingio", para lo cual Gregorio de Tours es nuestra principal fuente. 

Baynes nada ve de concluyente en las alusiones de Gregorio a los mercaderes sirios. No hay pruebas , por ejemplo, de que esos mercaderes hayan mantenido estrechos vínculos con el Oriente de donde provenían, o de que su número se haya reforzado sin cesar con los recién llegados.

Baynes demuestra además que Gregorio de Tours sabía poco sobre la Italia meridional o el Oriente bizantino y deduce la razonable hipótesis de que el obispo habría estado mejor informado si los mercaderes hubiesen viajado de ida y de vuelta con regularidad.

A juzgar por los relatos ocasionales que hace Gregorio sobre los sucesos de Roma o de Oriente, podemos suponer que su silencio en otras ocasiones no se debió a la falta de interés, sino a falta de información.

Gregorio es una autoridad en cuanto al hecho de que algunas mercancías orientales llegaban a la Galia merovingia, pero no nos dice que esos bienes llegaran en grandes cantidades o vinieran directamente de puertos levantinos.

Mickwitz apoya enérgicamente a Baynes. Señala, entre otras cosas, que anualmente sólo se realizaba un viaje por mar entre Nápoles y Alejandría; que las naves emprendían esa expedición anual, aunque de tamaño mayor que las que viajaban, por ejemplo, entre Roma y Marsella, no podían transportar grandes cargamentos; y que los viajes en etapas eran más numerosos y parecían haber superado en tonelaje total a los directos.

En cuanto a los mercaderes sirios, Mickwitz sugiere que su aumento en número en la Galia puede significar simplemente que habían abandonado a Italia y Roma, donde sus ganancias habían mermado, para ir a Galia, donde ganaban más.

En cualquier caso, no encuentra justificación para hablar de los mercaderes sirios en gran número. Las fuentes lo llevan a la conclusión de que el volumen del comercio era pequeño y que la unidad económica del Mediterráneo había desaparecido.


William Caroll Bark: ORÍGENES DEL MUNDO MEDIEVAL



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