LAS PRIMERAS LIBRERIAS EN LA ARGENTINA

 

Las primeras librerías han sido en la Argentina algo más que simple entidades comerciales. En efecto, no fueron pocos los profesionales del ramo que se identificaron con la vida cultural del país y resultaron, así, factores eficientes de su progreso.

La industria del libro prosperó gracias al esfuerzo combinado de la iniciativa de los impresores, que no ahorraron medios para mejorar sus ediciones, y del gusto cada vez más exigente y refinado del público lector.

Por eso, esos modestos obreros de la cultura -libreros, editores e impresores- merecen una mención en la historia literaria argentina.

Precisamente, la década comprendida entre 1862 y 1872 inaugura lo que podríamos llamar la edad de oro del libro nacional. En ese breve lapso se fundan sucesivamente diversos establecimientos que habrían de subsistir, luego, como grandes emporios, modelos en el género.

Inicia la serie CARLOS CASAVALLE, "el librero de la patria", que funda en 1862 la Imprenta y Librería de Mayo, de la cual salieron impresos centenares de volúmenes pertenecientes a Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López, Gutiérrez, Zinny, Vicente Quesada, Lamas, Trelles, Avellaneda, Navarro Viola, Pelliza, Adolfo Saldías, Wilde.

Todo ellos asiduos concurrentes a la tertulia que se celebraba en la trastienda de su negocio. 

Casavalle, bibliófilo culto y editor generoso, fue quien más trabajó en su tiempo por la difusión y prestigio del libro argentino.

Le sigue en orden cronológico PABLO EMILIO CONI, quien establece en 1863 la imprenta que lleva su nombre.

Así como Casavalle fue el editor de las primeras publicaciones periódicas de carácter histórico y literario, Coni inició, igualmente, las primeras de índole científica y jurídica.

Poco después, en 1864, GUILLERMO KRAFT instala un pequeño taller de impresiones, punto de partida de un grandioso establecimiento de artes gráficas. El notable dibujante Kraft, de origen alemán, recién había llegado a la Argentina.

Al modesto refugio solían concurrir el presidente Mitre, su ministro Eduardo Costa, el sabio naturalista Burmeister y otros colegas suyos, pues Kraft tiene el mérito de haber realizado las primeras láminas litografiadas con ilustraciones de botánica y zoología.




JAKOB PEUSER, primeramente instalado en la ciudad de Rosario, es otra figura noble vinculada a la historia de nuestra cultura. LA LIBRERÍA NUEVA-nombre de la casa fundada por él- abrió sus puertas en 1867 en un minúsculo local de la calle Cangallo 89.

En 1881 se transformó en editorial y a partir de entonces se fue consolidando progresivamente.

En 1868 llegaron los hermanos JUAN B. y PEDRO IGÓN como sucesores de la LIBRERÍA DEL COLEGIO, la más antigua de Buenos Aires. La librería fue desde esa época un destacado centro literario. Entre sus concurrentes se destacaban Guido y Spano, Fregeiro, Martín Coronado, Pedro Goyena, Adolfo Lamarque, Eduardo Gutiérrez, Rafael Obligado y Marcos Sastre.

En 1869 se establece la LIBRERÍA EUROPEA, de LUIS JACOBSEN, en la esquina de las calles Florida y Lavalle, que inició la importación puntual de novedades del Viejo Mundo, especialmente francesas.

El librero danés -versado bibliófilo y conocedor de varias lenguas- al que sucederían varios de sus discípulos, como BERNARDO LOUBIÈRE y ARNOLDO MOEN, se dirigía a un público distinto del habitual de la Imprenta Mayo, centro de los patriarcas de las letras nacionales y cuna de ediciones históricas famosas.

En 1871, cierra la brillante década ANGEL ESTRADA, con el establecimiento de una fundición de tipos para imprimir y poco después, con su IMPRENTA AMERICANA, principio de la gran casa editora que se habría de consagrar a la bibliografía didáctica.

En los años que siguen se establecieron FÉLIX LAJOUANE, en 1877, librero culto y de vocación, posiblemente el editor más importante después de Casavalle; AUGUSTO ESPIASSE, en 1883, primero que organizó entre nosotros un servicio regular de suscripciones para diarios y periódicos europeos; TEODOMIRO REAL Y PRADO, quien se especializó en obras antiguas de historia americana y creó más tarde una colección de libros ilustrados auténticamente argentina, fundando a tales fines la Biblioteca Hispanoamericana; ARNOLDO y BALDER MOEN, en 1885, con la librería mejor surtida en obras litearias, centro también de las grandes figuras de las letras y, por último, JESÚS MENÉNDEZ, en 1900, el patriarca del gremio.


Domingo Buonocore: EL LIBRO Y LOS BIBLIÓGRAFOS. Breve historia del libro argentino hasta 1950


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