ANTROPOLOGOS ARGENTINOS: DR. ARMANDO VIVANTE (1910-1996)
Armando Vivante se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y fue miembro Fundador de la Academia Nacional de Geografía. Sus primeros trabajos en la Revista Geográfica Americana preanuncian una trayectoria profesional orientada a la consideración del hombre en el contexto de la naturaleza.
En los
números de esa Revista, de amplia
difusión y relevancia internacional,
encontramos muchos de sus aportes
a las diferentes ramas de la geografía
y la antropología.
Discípulo de José Imbelloni, su
maestro a pesar de no compartir su
orientación teórica, reconocía haber
recibido de él la disposición al
estudio, rigor y disciplina que
requiere una formación científica.
Su
discapacidad física no le impidió
realizar numerosas campañas en
comunidades aborígenes ni desplegar
una intensa actividad académica en
distintas Universidades del país.
Entre los años 1947 y 1950
ocupó diferentes cargos en la
Sección Antropología y en la Cátedra
de Etnografía General de la
Universidad Nacional de Tucumán.
En su breve paso por la Universidad
de Buenos Aires (1960-1962), se
desempeñó como Profesor Asociado
en la Cátedra de Folklore, trabajó en
el Museo Bernardino Rivadavia y
posteriormente en el Museo
Etnográfico.
En la Universidad del
Litoral ocupó el cargo de Profesor
Titular de las Cátedras de Etnografía
Americana y Etnografía General.
Pero fue en la Facultad de
Ciencias Naturales y Museo de la
Universidad Nacional de La Plata
donde desarrolló entre 1958 y 1983
la mayor parte de su prolífica
actividad académica y profesional, inaugurando el dictado de materias
formativas de la carrera de
antropología.
Fue Profesor Titular
Ordinario con dedicación exclusiva,
finalmente ad vitam, de la Cátedra
de Etnología General, e inició el
dictado de las materias de
Etnografía Americana y Etnografía
del Viejo Mundo.
Como proyección
de esta actividad creó y dictó
durante diez años el curso de
Posgrado en Antropología en la
Facultad de Ciencias Médicas de la
misma Universidad, realizando, sin
proponérselo, un importante aporte
al incipiente campo de la
antropología médica en nuestro país.
Desempeñó funciones como Decano
de la Facultad de Ciencias Naturales
y Director del Museo. Por su
iniciativa se creó la División
Etnografía, hoy Departamento
Científico de Etnografía del Museo
de La Plata, generando un espacio
para la consideración de expresiones
de la cultura material de grupos y
etnías de las cuales existían valiosos
ejemplares en las colecciones de esta
Institución.
Tales piezas se
integraron como objetos de valor
museístico a la secuencia evolutiva
- que articula desde su concepción
original las colecciones exhibidas en
el Museo - en que el hombre
reconoce su espacio en el mundo
natural.
Las reuniones, con discusiones
enriquecedoras, que eran rutina en
la División Etnografía en esos años,
alentaron entre sus discípulos y
colaboradores vocaciones y
trayectorias de investigación como
las de los Doctores Néstor H. Palma,
Ornar Gancedo, Lilia Sierra y
Martín Ibañez Novión, entre otros.
En ellas mostraba en plenitud su
dimensión de maestro, brindando
con generosidad y energía toda su
experiencia a alumnos y a quienes
incesantemente llegaban a su
despacho en busca de su agudo
espíritu crítico y la perspectiva que
le brindaba su innegable condición
de antropólogo.
Recordamos las charlas, que
culminaban muchas veces en
apasionados debates, en el
“laboratorio de Reynaldo” (De
Santis) con los Doctores
E.Cigliano, R.Raffino, A.Cardich,
D. Chiappe, Lazcona, H. Calandra,
S.Salceda, G. Mendez y otros, en
las que, en el marco de un fluido y
permanente intercambio de
experiencias entre colegas de
distintas áreas de especialización
antropológica, introducía su
perspectiva de etnólogo en un
espacio académico con una fuerte
tradición arqueológica y redefinía,
desde esa misma perspectiva, el
campo de la antropología biológica.
Recordamos la tarea casi artesanal
de construir la División Etnografía
sin recursos, compartiendo su
vigoroso y casi juvenil entusiasmo
con sus discípulos y su
irremplazable colaborador Ernesto
Bregante, a quienes posteriormente
se sumaron Elba Russo, Víctor
Melemenis y Roberto Locatelli; los
enfrentamientos con los
naturalistas “decimonónicos”
adversos a los argumentos
culturalistas heredados de su
maestro Imbelloni; el inconfundible
sonido de su bastón en los pasillos
anunciando sus teóricos de
Etnología, que siempre se
prolongaban por su fervor y el
interés de una ávida audiencia; su
profunda fe religiosa compatible
con su anti-dogmatismo como
científico; su sensibilidad ante lo
humano, más allá de toda
racionalización.
Alentó el desarrollo de la
antropología social en esta Casa
propiciando la incorporación de
jóvenes profesionales con ideas
innovadoras como Mario Margulis
e invitó a discípulos críticos como
Héctor Lahitte a dictar teóricos
sobre estructuralísmo en su
Cátedra de Etnología General.
Convocó a jóvenes antropólogos
biólogos como María Antonia Luis
a su Curso de Posgrado en
Medicina, integrando la perspectiva
de esa disciplina al análisis de
temas antropológicos de interés
médico.
En momentos difíciles de
nuestra historia nacional abrió las
puertas de la División Etnografía a
jóvenes antropólogos y alumnos,
sin ningún tipo de discriminación.
Improvisando escritorios y
compartiendo los limitados recursos
y espacio disponibles.
Su interés en todo tipo de
cuestiones y problemáticas
concernientes a una ciencia del
hombre, lo hizo un ávido lector y
prolífico autor de textos que
exploran en todas sus dimensiones y
proyecciones el fenómeno humano,
en una particular síntesis que hoy
permanece vigente.
Sus trabajos
sobre etnogenia de la población
argentina, etología y antropología, la
dimensión ecológica de la cultura y
sus conocidos aportes a la
antropología médica, entre otros,
fueron estudios pioneros en nuestro
medio y dieron inicio a una
fructífera reflexión sobre la
articulación de los fenómenos
biológicos y culturales, que hoy
caracteriza el perfil naturalista de la
producción antropológica del Museo
de La Plata.
El recuerdo del cálido, lúcido,
polémico Dr. Vivante sigue
alentándonos con su entusiasmo,
orientándonos con su conducta,
haciéndonos descubrir en cada
pequeño detalle de nuestras vidas la
compleja trama en que se inscribe el
fenómeno humano.
Marta Crivos - María Rosa Martínez (1997)
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