EUROPA Y EL BOSQUE

 Cuando el joven Tristán, huido de los mercaderes piratas noruegos, llegó a las costas de Cornualles, "subió con gran esfuerzo al acantilado y vio que al otro lado de una landa surcada de barrancos y desierta se extendía un bosque sin fin".

De ese bosque sale una partida de cazadores y el joven se une al grupo. 
"Entonces se pusieron en camino charlando hasta que, al fin, encontraron un rico castillo. Estaba rodeado de prados, de huertos, de cursos de agua, de pesquerías (sitios donde frecuentemente se pesca) y lugares de labranza."
El país del rey Marc no es una tierra de leyenda imaginada por el trovador. Es la realidad material y simbólica del Occidente medieval. Un enorme manto de bosques y de landas (*), sembrado de calveros(**) cultivados, más o menos fértiles, ése es el rostro de la cristiandad. Similar a un negativo del Oriente musulmán, mundo de oasis en medio de los desiertos.
Mientras que en Oriente el bosque es escaso, en Occidente abunda. 



La religión nacida en Oriente al abrigo de las palmeras, el cristianismo, crece en Occidente en detrimento de los árboles, refugio de genios paganos, que los monjes, santos y misioneros derriban sin piedad.
El avance de los cultivos, la roturación, se basa en la lucha contra la maleza, el monte bajo y, si es menester y el equipo técnico lo permiten, sobre el bosque, la selva virgen, la gaste forêde Perceval, la selva oscura de Dante.
Pero la realidad es un conjunto de calveros más o menos dilatados, células económicas, sociales y culturales.
El Occidente medieval durante mucho tiempo será un conglomerado de dominios señoriales, castillos, aldeas y ciudades surgidas en medios de extensiones incultas y boscosas.


Jacques Le Goff: LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL (Buenos Aires, Paidós, 1999, pp.107-108)


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(*) Gran extensión de tierra llana en que solo se crían plantas silvestres. Llanura.
(**) Paraje sin árboles en lo interior de un bosque.

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