LA IGLESIA CATÓLICA Y LA EDAD MEDIA
La historia de la Iglesia está íntimamente vinculada a la de la Edad Media en general. Indudablemente, más valdría estudiar la influencia que la Iglesia ejerció a lo largo del medioevo.
Es imposible tener una visión precisa de la época si no conocemos el desarrollo de la Iglesia, no sólo en sus grandes líneas sino incluso en detalles tales como la liturgia o la hagiografía.
Cobramos conciencia de la importancia de su función si nos remitimos al estudio de la sociedad durante los siglos que se denominan Alta Edad Media, período de dispersión de fuerzas, durante el cual la Iglesia representa la única jerarquía organizada.
Frente a la disgregación del poder civil, el Papado permanece estable, irradiando en el mundo occidental en la persona de los obispos. Aún en los momentos de eclipse por los que pasa la Santa Sede, el conjunto de la organización se mantiene sólido.
En Francia, por ejemplo, los monasterios y los obispos cumplen una función esencial en la formación de la jerarquía feudal. Este movimiento impulsa a las gentes sin recursos a buscar la protección de los grandes propietarios, a confiarse a ellos mediante actos de COMMENDATIO (encomendación) (1), que se multiplican desde fines del Bajo Imperio.
La gente se agrupaba preferentemente alrededor de los monasterios antes que de los señoríos laicos. "Es bueno vivir bajo la cruz", decía un refrán popular.
Abadías como Saint-Germain-des-Près, Lérins, Marmoutiers, Saint-Victor de Marsella vieron acrecentarse sus posesiones.
A menudo los obispos se convirtieron en señores temporales de toda o parte de la ciudad de la que habían hecho su metrópoli, y a cuya defensa contra las invasiones contribuyeron activamente.
La actitud del obispo Gozlin cuando los Normandos atacaron París está lejos de constituir un hecho aislado, y a menudo la arquitectura misma de la iglesia lleva la marca de esta función militar, que para todos quienes tuvieran algún poder constituía por entonces un deber y una necesidad. Es el caso de la Santa María del Mar o de las iglesias fortificadas de la Thiérache.
La sabiduría de Carlomagno consistió en percibir las ventajas que presentaba esta jerarquía sólidamente organizada, y el gran factor de unidad que la Iglesia podía significar para el Imperio.
La ley católica era la única que podía cristalizar las posibilidades de unión abiertas por el advenimiento del linaje carolingio, la única capaz de cimentar unos con otros estos grupos dispersos de hombres atrincherados en sus dominios.
Así como aceptaba la feudalidad y le parecía más útil servir al poder de los barones que combatirlo, al favorecer a la Iglesia facilitó el advenimiento de la Cristiandad.
Su coronación en Roma por el papa Esteban II es una de las fechas decisivas de la Edad Media, que asoció durante siglos el poder espiritual con el temporal.
La donación de Pepino el Breve (hijo menor de Carlos Martel y padre de Carlomagno) acababa de proporcionar al Papado el dominio territorial que constituiría la base de su magisterio doctrinal. Al recibir su corona de manos del Papa, Carlomagno afirmaba a la vez su propio poder, que fundaba en bases espirituales el establecimiento del orden europeo.
De ahí la complejidad de la sociedad medieval, tanto civil como religiosa. En ella se fundían continuamente el poder espiritual y el temporal.
A partir del Renacimiento estos dos poderes fueron cada vez más concebidos como distintos y separados, se intentó definir sus respectivos límites, y llegó a pensar que se ignoraban mutuamente.
Si distinguimos lo que corresponde a Dios y lo que corresponde al César, los mismos personajes pueden representar alternativamente a uno y a otro, y los dos poderes se complementan.
Un obispo o un abad son también administradores de señoríos, y no es raro ver que la autoridad laica y la autoridad religiosa compartan el mismo señorío o la misma ciudad.
Marsella proporciona un caso típico. En ella coexisten la ciudad episcopal y vizcondal . Este poder básico del clero es resultado de hechos económicos y sociales, y de la mentalidad general de la época, donde la necesidad de una unidad moral compensa la descentralización.
Un orden así no estaba exento de riesgos. Las luchas del sacerdocio y el imperio demuestran que el delicado equilibrio entre el reino de Dios y el de César no siempre fue perfecto.
Hubo transgresiones de una y otra parte. Concretamente, la querella de las investiduras pone al descubierto las pretensiones de los emperadores de inmiscuirse en problemas concernientes a la jerarquía eclesiástica.
Francia es uno de los países donde se realizó con mayor precisión esta síntesis entre el poder espiritual y el temporal.
Régine Pernoud: ALA LUZ DE LA EDAD MEDIA
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(1) La encomendación es un acto en el que un hombre libre se colocaba bajo la protección de un señor a cambio de recibir sostenimiento y protección. El encomendado debía servir y respetar al señor.
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