LA SIMBOLOGÍA DE LA MONTAÑA
Simbólicamente, la montaña -cualquiera de las múltiples montañas sagradas que en el mundo han sido- ha representado desde épocas remotas el punto preciso de encuentro del cielo con la tierra.
Todas las civilizaciones han tenido una montaña real. Otras, imaginada por la necesidad de trascendencia que el ser humano ha sentido desde sus albores.
Pero en uno y otro caso, el monte ha constituido el punto preciso de referencia de la sacralidad, la meta donde se supone que cabe establecer contacto con lo divino.
Todas las religiones han tenido sus montes sagrados. Grecia y Roma tuvieron su Olimpo; en China, el Kuen-Lun; en la India, fue el Meru; los guanches de las Canarias adoraron y temieron al pico del Teide, morada de dioses del fuego infernal, lo mismo que en el Japón imperial veneraron al Fujiyama.
El islam inventó el monte Qaf, inaccesible tanto por mar como por tierra {al igual que la misteriosas Hyperbórea y Thule nórdicas}. Y la mística cristiana tuvo en el Carmelo la meta de la iluminación, a la que se ascendía desde la Noche oscura del alma de San Juan Cruz de la Cruz.
Los masones soñaron el monte Moriah, y los patriarcas contactaban con Yavéh en la cumbre del Sinaí.
Los celtas tuvieron también en Montaña Blanca, y los buscadores del Grial recorrieron el mundo entero en pos del Montsalvat, donde se guardaba, donde se guradaba la Santa Copa.
Tan fuerte fue el sentimiento religioso inspirado por la montaña, que los egipcios, que carecían de ellas en el delta del Nilo, construyeron las pirámides para suplir la sacralidad de aquel elemento profundamente trascendente que no podían encontrar en su territorio.
Lo mismo hicieron los mayas con las suyas, escondidas en las planicies selváticas del Yucatán.
En la península ibérica se reconoció el carácter sagrado de muchos montes, desde el Monsacro asturiano a la Penyagolosa valenciana, y desde el Moncayo, donde vivían los dioses de Iberia, hasta el Pico Sacro, desde el que parece que partieron las luces misteriosas que marcaban el lugar preciso donde se encontraba el sepulcro del apóstol Santiago.
Juan García Atienza: LEYENDAS MÁGICAS DE ESPAÑA
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