LAS ANTIGUAS GRANDES RUTAS
Los "grandes nómades" son los herederos de las antiguas costumbres: las continuaron en los tiempos más recientes con otros medios de transporte. Se los llamó entonces "grandes nómades camelleros". Pero el recorrido es el mismo: éstos sucedieron a los colonizadores que iban desde las islas del Atlántico hacia el país de Kamosis.
Sucedieron a los grupos de "instructores" que huían de una patria invadida cuyo poder perdieron. Sucedieron también, en la gran ruta, a esos invasores que, en sentido inverso, llegaban del este hace unos 12 o 15.000 años para hartarse, en el Jardín de las Hespérides, con el néctar de esa tierra afortunada.
La "ruta de los grandes nómades" fue una vía imperial de vasto alcance.
Podemos afirmar estas cosas, que exceden el campo de la historia convencional, por dos razones: la primera es la sucesión de excavaciones y de análisis antropológicos en ambos archipiélagos atlánticos (Azores y Canarias). Ellos revelaron la presencia de una considerable población de tipo cromañoide y de otra de tipo mediterráneo. También se hicieron análogos descubrimientos en algunos lugares del Sahara. Conservando la primera, a pesar de los mestizajes, sus caracteres más típicos, y perdiéndolos la última hasta alterarse específicamente.
La segunda de esas razones está contenida en los relatos que nos transmiten los propios anales del pueblo del Nilo, redactados por los que formaban las clases dirigentes de su sociedad.
La lenta regresión del régimen pluvial, a fines del neolítico, provocó éxodos populares hacia los mayores cursos de agua. Luego, influenciadas por la sequía, las tribus errantes y poco a poco diezmadas, convergieron al norte y sobre todo al este, hacia ese Nilo inagotable, caracterizado por el aumento periódico de su caudal.
El desierto se amplió, y puede comprobarse, durante esas edades, la desintegración continua de las rocas y los suelos.
Las tribus más resistentes se instalaron en el Ahaggar montañoso, salvado durante más tiempo del avance del desierto. Otras se fijaron en Nubia, Cirenaica, en la actual y muy reducida Libia, o invadieron regularmente el Egipto, donde el régimen de las inundaciones aseguraba la subsistencia de los habitantes.
Atacada por todos los lados, después de 5 a 6 mil años de vida deslumbramiento y de defensa a menudo victoriosa, la civilización egipcia fue decayendo durante el transcurso de múltiples invasiones de los más diversos orígenes.
Después de la de los "pueblos del mar", de los hititas, de los persas, las heridas infligidas a su genio resultaron incurables. El debilitamiento se acentuó con la ocupación macedonia, luego con la romana, y también sin duda con el exceso de riquezas del suelo y del clima, en la exaltadora atmósfera del valle del Nilo.
Los invasores árabes sólo tuvieron que instalarse para acabar de hundir a la más antigua, más vasta, más el olvido total y hasta en la propia ignorancia de los valores civilizadores que el Asia Menor, el Medio Oriente, Grecia y más tarde todo Occidente ya debían al erudito Egipto.
M. Weissen-Szumlanska: LA ATLÁNTIDA Y LOS ANTIGUOS EGIPCIOS
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