ROMANOS Y GERMANOS EN LA ÉPOCA DE LAS INVASIONES

 

Las opiniones imperantes acerca del estado de cultura primitivo en que todavía vivían los germanos en los primeros siglos de la era cristiana, se apoyaban principalmente en las ideas que se tenían de la llamada época de las "invasiones", inmediatamente siguiente a la de César y Tácito. 

Solía presentarse esta época como un tiempo de inestabilidad continua, de irrupciones sin plan llevadas a cabo por los germanos, que sin descanso ni objetivo corrían de lugar en lugar, estableciéndose ora en un punto, ora en otro, avanzando en conjunto con designios de conquista, con el afán de botín y de destrucción de todo cuanto se les opusiera en el camino.

No sólo nómadas, sino además verdaderos bárbaros, sin cultura propia y destructores de lo extranjero.

Las cosas continuaron presentándose de este modo, o muy semejante, en la historia de la cultura, sin que sufrieran modificaciones o correcciones dignas de mención al ponerse en claro que en modo alguno podían las llamadas "invasiones" circunscribirse a un breve período, por ejemplo, el siglo IV d. C., sino, sino que se habían iniciado ya mucho antes; que en ellas no podía verse más que un anillo de la larga cadena de movimientos de pueblos en marcha ya mucho tiempo antes de Cristo, y que por vez primera tocaron más de cerca al mundo romano en las conocidas expediciones de los cimbrios y teutones hacia el año 114 a. C.: "la primera oleada de las invasiones".

Estas no terminaron en modo alguno con el tan cacareado año 375 d. C. -cuya importancia han exagerado las escuelas-, sino que por lo menos llegan hasta fines del siglo VI, en que se realizó la conquista de Italia por los longobardos y el establecimiento de los eslavos en las regiones de los Alpes orientales y de los sudetes, un tiempo romanas y luego germánicas, e incluso, si se quiere, puede hacerse llegar hasta el siglo XI con la conquista de Inglaterra por los normandos.

Sobre la base del estudio crítico de las fuentes se ha procedido a formular grandes rectificaciones en los últimos decenios. Actualmente se estima que no fueron tan frecuentes las invasiones, y que éstas no se efectuaron sin plan, por la mera pasión de la aventura, ni siquiera por el afán de botón o de conquista, sino que respondía a necesidades internas para hacer frente a nuevas condiciones de existencia.




Sea debido al empuje de otros pueblos vecinos de los germanos por sus lindes orientales (sármatas, hunos, eslavos), sea por el incremento de la propia población, llegó un momento en que las regiones que ocupaban los germanos no bastaron para garantizarles los medios de subsistencia.

Esta explicación, dada anteriormente por algunos economistas, ha sido corroborada recientemente por investigaciones físico-meteorológicas. Como las oscilaciones climatológicas se hallan sujetas a cierta periodicidad, se logró relacionar sus consecuencias, como sequías, malas cosechas, plagas de hambre, de que nos informan fuentes históricas, con los grandes movimientos de pueblos de siglos pasados.

De esta suerte se dio con las verdaderas causas del "hambre de tierras" de los germanos , así como su deseo de establecerse, en parte pacíficamente, en nuevos territorios del vasto dominio del antiguo imperio romano.

Por último, se hizo observar atinadamente que muchos cambios de residencia de pueblos germánicos se provocaron de un modo artificial por los romanos mismos y en su propio interés, ya que éstos llamaran a los germanos en su auxilio, estableciéndose en determinadas partes del imperio que parecían amenazadas, ya, por el contrario, de un modo negativo, cuando por consideraciones políticas o de estrategia militar se les obligaba a cambiar su lugar de residencia para prevenir peligros y apartarles de regiones y rutas en donde no convenía a los intereses de Roma que estuvieran, o que les hubiesen permitido robustecerse en el porvenir en detrimento de los romanos.

Todas estas rectificaciones imprimieron una nueva orientación al gran problema de la época de las invasiones. Como el más asombroso fenómeno de la época de César a Diocleciano se le reveló a Theodor Mommsen, el gran clásico de la historia de Roma, el hecho de que, en vez de una romanización de los germanos, encontrara hasta cierto punto una germanización de los romanos.

"La última fase del estado romano -dice- se caracteriza por su barbarización y especialmente por su germanización, proceso que se había iniciado ya mucho antes". A nuestro juicio, antes de la época de César.

Por los relatos del mismo César sabemos que era muy intenso el intercambio entre los dos grupos de pueblos -galos y germanos- establecidos a ambas orillas del Rin. Poco después, a medida que se iba ensanchando la frontera romana, se hizo más frecuente, por razones de carácter político, el establecimiento coactivo de germanos, con carácter sedentario, en la orilla izquierda del Rin.

(continuará)


Alfons Dopsch: FUNDAMENTOS ECONOMICOS Y SOCIALES DE LA CULTURA EUROPEA

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