LA MAGIA Y LA CAZA
(Texto escrito hacia fines del siglo XIX)
Las tribus occidentales de la Nueva Guinea Británica emplean el siguiente hechizo para ayudar al cazador a arponear vacas marinas y tortugas. En el agujero del mango del arpón se coloca un pequeño escarabajo que se encuentra en los cocoteros. Se supone que el arpón se pegará en la vaca marina o la tortuga como el insecto se pega en la piel del hombre.
Cuando un cazador de Camboya comprueba que no ha caído en sus redes, se desnuda, se aleja un poco y luego se pasea sin ton ni son cerca de la red hasta que se deja caer en ella como si no la hubiera visto, mientras grita: "¡Ah! ¿Qué es esto? Temo haber sido atrapado". Después, seguramente algo caerá en la red.
Una pantomina similar ha sido representada y permanece viva en la memoria de nuestros montañeses de Escocia. El pastor protestante James Macdonald nos cuenta que en su juventud iba a pescar con sus compañeros al lago Aline y, como los peces tardaban mucho en picar, acostumbraban fingir que pescaban a uno de sus compañeros de arrojarlo previamente al agua.
Acto seguido, comenzaban a picar las truchas o los sillochs, según que la barca estuviera en aguas dulces o saladas.
Antes de tender trampas para cazar martas, un indio carrier duerme solo, junto al fuego, durante unas 12 noches seguidas con una pequeña vara apretándole al cuello. Así, la estaca de la trampa caerá naturalmente sobre el cuello de la marta.
Entre los galelareses, que viven en una vasta zona al norte de la gran isla de Halmahera, al oeste de Nueva Guinea, una máxima dice que hay que ponerse en la boca la bala con que se cargará el fusil. Esto significa comerse la presa que cazará la bala y que así será imposible errar el blanco.
Cuando un malayo, después de poner el cebo en la trampa para cocodrilos espera el resultado, tiene la precaución, al comer su "curry", de tragar primero tres puñados de arroz seguidos, porque así ayudará al cebo a deslizarse más fácilmente por la garganta del cocodrilo. Se cuida también de no sacar ningún hueso de su "curry", porque, según dice, el cebo también podría salirse de la estaca y el cocodrilo comerlo y marcharse.
Por lo tanto, en estas circunstancias, antes de empezar a comer, el cazador prudente, debe hacer que otra persona le saque los huesos de su "curry" para no tener que optar entre tragarse un hueso o perder el cocodrilo.
Esta última regla es un ejemplo de las cosas que debe evitar el cazador para tener éxito, porque en razón de que "lo semejante produce lo semejante", esas cosas podrían arruinar su suerte.
En efecto, se ha observado que el sistema de magia simpatética no sólo se compone de preceptos positivos, sino también de preceptos negativos, es decir de prohibiciones, y no sólo indica lo que hay que hacer sino lo que no se debe hacer. Los preceptos positivos son los hechizos, los negativos los tabúes.
De hecho, toda la doctrina del tabú, o por lo menos parte de ella, parece ser solamente una aplicación especial de la magia simpatética y de sus dos leyes principales de semejanza y de contacto.
Aunque estas leyes no se expresen claramente con esas palabras y ni siquiera sean comprendidas de manera abstracta por el salvaje, él cree implícitamente que ellas rigen el curso de la naturaleza y son independientes de la voluntad humana.
Él piensa que si actúa en determinado sentido, se producirán consecuencias inevitables en virtud de una u otra de esas leyes, y si le parece que esas consecuencias pueden ser desagradables o peligrosas, es natural que trate de evitarlas y deje de actuar en ese sentido.
En otras palabras, se abstendrá de hacer lo que podría dañarlo, conforme a sus nociones erróneas de causa y efecto. En síntesis, se atiene a un tabú. Por lo tanto, el tabú es hasta aquí una aplicación negativa de la magia práctica.
La magia positiva o hechicería dice: "Haz esto para que suceda esto otro". La magia negativa o tabú, dice: "No hagas esto para que no suceda esto otro".
La magia positiva se propone producir un hecho deseado; la magia negativa o tabú impedir un hecho no deseado. Pero ambas consecuencias, la deseable y la indeseable, se suponen producidas conforme a las leyes de semejanza y de contacto.
James G. Frazer: MAGIA Y RELIGIÓN
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