EL HOGAR CAMPESINO EN LA EDAD MEDIA

 

Los descubrimientos arqueológicos -frecuentemente iniciados en los centros urbanos destruidos durante la última conflagración mundial en Polonia, en el norte de Francia, en la Alemania renana o en los Países Bajos- han transformado completamente nuestra ciencia del hábitat.

Entre las dos imágenes tradicionales e infinitas veces repetidas del "castillo inexpugnable", abrumador y magnífico, y las "cabañas" campesinas guarecidas bajo su sombra, se h introducido la de un hábitat aldeano diversificado y en constante mutación, cuya historia aparece estrechamente ligada a las técnicas y a los medios de la sociedad que la habita.

La concepción del "hogar", de un grupo reducido albergado bajo el mismo techo, célula base "doméstica", es muy reciente en la historia humana. Se vincula con el desarrollo de una estructura familiar reagrupada, escindida en su mayor parte de un conjunto más numeroso.

Más que un estudio minucioso de los documentos clásicos o de la Alta Edad Media, o incluso de una iconografía mediocre, han sido las excavaciones las que nos han proporcionado las pruebas más valiosas.

Los yacimientos de Inglaterra, Renania, Países Bajos y el norte de Francia han revelado a los historiadores, en principio incrédulos, métodos de construcción muy semejantes: vastos cobertizos de 25 metros por 5 u 8 de ancho, sostenidos por una  varias filas de soportes de madera, compartidos por los grupos humanos y las bestias. 

Determinados matices distinguen esas construcciones a nivel regional, pero más por los procedimientos de sostén y cobertura que por la función de refugio para la que sirvieron todos esos inmensos hangares. Junto a ellos, el hogar, al aire libre, y en ocasiones cercado por una valla de tierra o de piedras, y los "fondos de cabaña" de pocos metros cuadrados, desnivelados, y en los que el mobiliario que se ha encontrado señala su función casi exclusivamente artesanal.

El conjunto parece construido al azar y que no podía calificarse de aldea a este puñado de cobertizos. A medida que se levanta el velo "clásico" que ocultaba el mundo rural antiguo bajo el aspecto de prestigiosas villae, no importa si galorromanas o africanas, se repite la misma liviandad, el mismo desorden descubierto lejos de los conjuntos en piedra, al fin y al cabo excepcionales, que habitaban los ricos.

Cegados por el recuerdo embellecido de los tiempos clásicos, los historiadores han descuidado durante largo tiempo la capital evolución de la casa campesina.




Después del siglo X, salvo algunas excepciones próximas a las residencias principescas, como en la Alemania otoniana, los "fondos de cabaña" desaparecen de los yacimientos.

En el mismo momento, las grandes casas comunales se reducen a la mitad, incluso a menos: de 12 metros a 7 en Hohenrode, de 7 a 4 en Wharram Percy, menores todavía en Rougiers. Cuando subsisten construcciones mayores, como en la región de York, en el Harz, o a orillas del Báltico, son residencias señoriales, "manors", que apenas tienen el aspecto de los "castillos" tradicionales. 

Persisten por el contrario los elementos aislados, graneros, silos, heniles, pero se usan como almacenes y no albergan ya a artesanos, esclavos o mujeres, porque estos trabajadores se han reintegrado a la vivienda. 

Desde ese momento no se trata ya de protegerse de las fieras nocturnas, sino de llevar una vida sedentaria y productiva

¿No es este repliegue bajo un techo la base de la promoción de la mujer, que distingue al período comprendido entre el 1100 y el 1300?

Un segundo hecho, igualmente capital, acompaña a esta mutación. Ya no habrá nunca más hogares al aire libre usados como cocina comunal. Cuando todavía el hogar no se ha integrado en "la casa", se adosa a ella como en Rougiers en Provenza o Chalton en el sur de Inglaterra durante el siglo XIII. Otras veces se le protege en una estancia separada o contigua. Se ha convertido en propiedad del grupo familiar pequeño y es ahí donde debemos buscar el origen de la palabra "fuego".

En Bretaña, Frisia, Vandée, a mediados del siglo XII, penetra en el interior de la vivienda. Primero ocupa el centro mismo de la habitación. Después, ya en el siglo XIII, se pega al muro, y finalmente, aunque después que en las residencias de los señores, recoge el humo mediante una campana y lo expulsa por un conducto hecho con ladrillos cocidos.

Este último estadio, que es el que nos parece inherente a la casa campesina, no está atestiguado, sin embargo, antes del 1340 ni en Italia ni en Inglaterra ni en Turingia.

La incorporación del hogar en el seno de la casa creó en la mentalidad campesina, en la estructura familiar, en los modos de convivencia, una situación completamente nueva. La mujer que lo cuidaba obtuvo de él su poder. Los ancianos que se calentaban hallaron ocasión de "contar" la historia de la familia y de la aldea. Los alimentos, en sus proximidades, adquirieron posibilidades suplementarias de conservación, y hasta en las residencias nobles donde se podían quemar troncos era a su vera donde se reunían las nodrizas, los enfermos y los viejos.

El nuevo hogar no tiene únicamente consecuencias sociales, modifica incluso la estructura de la habitación. El calor de los animales, anteriormente imprescindible para la calefacción de los humanos en las grandes viviendas mixtas de la Alta Edad Media, se hace menos necesario.

Con la entrada del fuego, salen las bestias, o al menos quedan acantonadas en una zona determinada de la construcción. Pueden subsistir accesos comunes para las personas y los animales, pero sus áreas de descanso y de alimentación están separadas, como lo están también, obligadas por la modificación, las áreas de deyección de unos y otros. 

La persistencia de las casas-estado es tenaz en algunas regiones, pero al finalizar el período ya existe la "casa elemental" con su sala donde arde el fuego, su "cámara", que sirve también de bodega.

Si hay superficie suficiente, pueden adjudicarse muchos cuartos al bloque inicial, dispuestos a su alrededor o alineados en una nave, y un pasillo central por el que pasan los carros cargados de heno, los toneles de provisiones, las bestias y las personas.

Y si falta espacio, se construye otra planta, allí por ejemplo donde las piedras posibilitan sólidos muros, donde las viviendas de 6 a 8 metros de altura sólo pueden corresponder a casas de pisos obligatoriamente construidos a tenor de las sucesivas divisiones del grupo familiar. Las excavaciones han revelado la posible existencia de una segunda planta en la que se almacena el grano y el utillaje.


Roberto Fossier: HISTORIA DEL CAMPESINADO EN EL OCCIDENTE MEDIEVAL

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