LOS CULDEOS, LUG Y MERLIN. NACIMIENTO Y ESPLENDOR DE LAS COFRADIAS MASONICAS MEDIEVALES (2ª parte)
Durante el siglo V Gran Bretaña proporciona un hito en nuestra investigación. Hacia 43 d. C., los artesanos empleados por las legiones romanas habían trabajado en aquellos lejanos parajes, edificando torres y murallas para proteger a los ciudadanos romanos de los ataques escoceses.
Estas obras militares se prolongaron hasta comienzos del siglo III. Algunos artesanos regresaron al continente, otros fundaron un hogar y se quedaron allí. Comunicaron su ciencia a los bretones, lo que explica el nacimiento en el siglo V de la cofradía de los CULDEOS, que sustituye a los colegios de constructores romanos.
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, los grandes encargos arquitectónicos desaparecen. Muchos artesanos quedan sin trabajo y un buen número de ellos se marcha a Bizancio.
Pese a la inseguridad, fueron numerosos los viajes y los contactos entre constructores occidentales y orientales. Por esa razón, durante los siglos V y VI, en Francia se erigen un buena cantidad de edificios seglares y religiosos que muestran una clara influencia oriental.
Ante la caída de Roma, en Occidente buena parte de quienes siguen pensando que la vida tiene un sentido trascendente se vuelven hacia Irlanda, reducto del celtismo. La verde Eire, sin embargo, no se cierra ante el cristianismo que traen los monjes.
El encuentro de los mismos con los albañiles culdeos es positivo. Estos se convierten ahora en monjes constructores organizados en colegios. Admiten el matrimonio y no reconocen la autoridad suprema del papa romano, considerado un simple obispo.
Entre los culdeos están los descendientes de los druidas y de los bardos celtas, cuya vocación cristiana fue, sobre todo, un modo de pasar desapercibidos.
Los monjes procedentes del continente y los constructores autóctonos se entienden perfectamente para crear ciudades enteramente monacales. Algunos barrios son atribuidos a los maestros albañiles y a los maestros carpinteros que gozan de cierta autonomía.
Necesitan a los monjes y los monjes los necesitan a ellos. Se trata de edificar una nueva civilización con la fe cristiana y de construir edificios sagrados y profanos para lograr la armonía social.
La herencia celta está presente en el alma de estos constructores. Recuerdan el hábito blanco ritual de los druidas, sus maestros espirituales, los ritos iniciáticos donde el profano entra en una piel de animal muriendo para el "hombre viejo" y renaciendo para el "hombre nuevo" (la metanoia o transformación radical espiritual).
En las asambleas de constructores se lleva un delantal. El miembro es expulsado de la comunidad.
El celtismo es también LUG, el dios de la luz y señor de todas las artes. Su nombre se encuentra en varias ciudades europeas (Lugo, Lyon y Londres, por ejemplo). Se manifiesta en la persona del jefe del clan, poseedor del mazo.
La iniciación se traduce, primero en la práctica de un oficio y nadie es admitido en TARA, la ciudad santa de Irlanda, si no conoce un arte.
En Tara, la sala de los banquetes rituales se denomina "morada de la cámara del medio". Recordemos que el consejo de maestros francmasones se denomina "cámara del medio".
A través de los monjes culdeos, el gran aliento de la iniciación céltica vigoriza al cristianismo occidental, hallando su símbolo más perfecto en la figura de MERLIN EL MAGO, de quien se olvida a menudo que fue Maestro de Obras. Recurrió a guerreros y artesanos para transportar piedras procedentes de Escocia y Irlanda para construir un gigantesco cementerio en honor del rey Uter Pendragon.
Merlín enseñó a los constructores que el espíritu debe prevalecer sobre la materia y que sólo el Maestro de Obras, el mago de la piedra, es capaz de llevar a cabo la Obra Total.
Christian Jacq: LA MASONERÍA. HISTORIA E INICIACION.
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