FULCANELLI

 Fulcanelli es el seudónimo de un autor de libros de alquimia del siglo XX, cuya identidad no ha sido develada. 

El seudónimo está formado por la unión de las palabras VULCANO y HELIO, dos elementos que remiten a los fuegos alquímicos. 

Se ha supuesto que pudiera tratarse de Jean Julien Champagne, o René Adolphe Schwaller de Lubicz, o Camille Flammarion, o Pierre Dujol o Jules Violle, médico francés. Eugene Canseliet siempre se declaró discípulo de Fulcanelli, que habló siempre a través de Canseliet, que a su vez realizó los prefacios de sus libros.

Fulcanelli escribió EL MISTERIO DE LAS CATEDRALES en 1926 sobre los símbolos alquímicos presentes en la arquitectura de las antiguas catedrales góticas y LAS MORADAS FILOSOFALES en 1931 en relación con otro tipo de construcciones.

Canseliet sostiene que Fulcanelli escribió también un tercer libro titulado FINIS GLORIAE MUNDI, que no fue publicado. Este título hace referencia a una pintura de Juan de Valdés Leal, conservado en la iglesia de la Santa Caridad en Sevilla. 

Existen dos versiones sobre este misterioso tratado que son incompatibles entre sí y de dudoso origen. 

La edición en italiano de FINIS GLORIAE MUNDI fue traducida por el ensayista Moreno Neri. El supuesto texto en original fue enviado a través del correo electrónico por Jacques Ares. 




El hilo conductor alquímico de esta obra es la denominada ARS BREVIS (vía breve) y se retoman nociones alquímicas ya tratadas en EL MISTERIO DE LAS CATEDRALES y en LAS MORADAS FILOSOFALES.

Las obras de Fulcanelli se han considerado extraordinarias porque al igual que los alquimistas operativos, en el sentido más antiguo del término, partiendo del simbolismo hermético reconstruyó las cuestiones principales de la GRAN OBRA, ilustrando los principios teóricos y la práctica experimental con una precisión jamás vista.

La gran importancia de Fulcanelli radica justamente en eso. En volver a considerar a la alquimia de acuerdo a la antigua manera tanto en su teoría como en su práctica, distanciándose así de los alquimistas que a partir del siglo XVII la consideraron como una disciplina meramente espiritual y recuperando la nobleza de la labor manual en el laboratorio. 



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