LAS PRIMERAS POBLACIONES EUROPEAS EN TERRITORIO SANTAFESINO

 



Así como creemos que la ubicación actual de la ciudad de Rosario no es la más acertada, así también creemos que los hombres de Sebastián Gaboto acertaron con el solar donde, a 9 de junio de 1527, establecieron la primera población europea en estas partes del Nuevo Mundo, a unos 50 km. al norte de Rosario, en tierras también altas, pero no inundables, ni por las aguas del Paraná ni por las del Carcarañá, y no donde se halla Rosario, llamado otrora Pago de los Arroyos, por los muchos que lo cruzaban y, en algunas épocas de lluvias, lo inundaban.

Aquella población sobre el Carcarañá fundada por el veneciano Gaboto se llamó SANCTI SPIRITUS, y después, cuando ya hubo desaparecido, se la conoció con el topónimo de Puerto de Gaboto o Puerto Gaboto. 

Los indígenas de la región acabaron con esa efímera población, pero debe recordarse que los vecinos de la misma estaban prendados del sitio, y llegaron a decir que allí la vida llegaba a los 200 años, y sin droga alguna se curaban todas las enfermedades. El trigo crecía con una lozanía tal que aquellos españoles estaban estupefactos.

Desgraciadamente la abundancia de cereales y de peces, de gamos, avestruces y perdices, los llevó a descuidar su propia defensa, acosados como estaban por salvajes traicioneros.

Aunque algunos consagran sus ocios a alguna industria, como trabajar artísticamente los cueros de gamos hasta hacer colgaduras para la Capilla, los más pasaban los días y aún las noches entregados al juego de las cartas.

Pereció Sancti Spiritus, y aunque dos hombres expertos, como el colonizador Jaime Rasquin y el oidor Juan de Matienzo, consideraban que era allí, o cerca, donde Juan de Garay debía abrir puertas a la tierra desde Asunción de Paraguay (donde se habían refugiado los sobrevivientes de la expedición de Pedro de Mendoza que fundara la primera Buenos Aires en 1536), el ilustre vasco escogió un mal punto: Cayastá, la antigua ciudad de Santa Fe.

Si bien, al cabo de 70 años, la misma fue trasladada dónde hoy se encuentra, tampoco fue acertado su segundo domicilio.

Es verdad que su segunda ubicación era casi insular, al estar rodeada por varios cursos fluviales, presentaba varios flancos vulnerables ante los ataques de los salvajes.

Además de perder en reiteradas ocasiones y en muchas leguas a la redonda todas las estancias, robadas las reses y quemados los campos, ni podían los santafesinos en la misma ciudad salir de sus casas sin temor.

También los jesuitas de Santa Fe, que tenían en esta población  un colegio desde 1610, perdieron a principios del siglo XVIII su rica Estancia de los Colulús, pero como buenos conocedores del territorio santafesino, pues lo habían recorrido repetidas veces, escogieron para nueva estancia un paraje más adecuado y defendido contra los salvajes. Se trata de un punto situado al sur de la ciudad de Santa Fe, sobre el río Carcarañá (unión de los ríos Tercero o Ctalamochita/Calamochita y Cuarto o Salado que recorren la provincia de Córdoba en sentido oeste-este). 

En esa zona justamente se había levantado el fuerte y poblado de Sancti Spiritus, en el denominado Rincón del Carcarañá, la defendida lonja de excelentes tierras y pastos, entre dicho río y el Pâraná. 

Allí se establecieron en 1719, ocupando de norte a sur toda la parte costera del Carcarañá. Prosperísima fue esa estancia (San Miguel del Carcarañal o Carcarañá), con la cual se proveyó de carnes y otros alimentos a los habitantes de la ciudad de Santa Fe.

El límite sur de dicha estancia era el arroyo Salinas (o de Salinas), luego llamado Ludueña. Así, una buena parte de la zona norte de la actual ciudad de Rosario (el antiguo distrito Alberdi) se hallaba dentro de esa gran estancia, que contaba con un casco central (ubicado en las inmediaciones de la actual comuna de Aldao) y varios puestos.


Guillermo Furlong



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