LOS LIBROS SIBILINOS
Con esa denominación se hace referencia a una serie de libros proféticos de la antigua Roma, formados por diversas respuestas oraculares escritas en griego y que se conservaban en el templo de Júpiter Capitolino.
Una leyenda cuenta que una sibila (la Sibila de Cumas, de acuerdo a Virgilio) quiso vender al rey Tarquino Prisco (es decir, el Primero) o a otro rey etrusco (Tarquino el Soberbio), según otra versión, los nueve libros sibilinos a un precio muy elevado. El rey planteó que era un valor excesivo. Entonces, la sibila quemó tres de ellos y ofreció el resto por el mismo precio. Tarquino volvió a negarse y la sibila quemó otros tres, manteniendo la tasación respecto de los tres últimos restantes. Ganado por la curiosidad, el monarca terminó aceptando.
Dichos volúmenes -de origen desconocido- recogían diferentes profecías, que se consultaban cuando un grave presagio amenazaba el destino de Roma.
Mientras estuvieron en el templo mencionado fueron custodiados primero por dos funcionarios (duumviri sacris faciundis), luego por diez y finalmente por quince (quindecemviri sacris faciundis)
Los libros sibilinos no podían ser vistos por el público profano y solo podían consultarlos los patricios encargados de su custodia o por encargo del senado romano en casos de prodigios o desastres.
No sabemos si contenían predicciones o directivas para ciertas circunstancias, o simplemente instrucciones respecto del tipo de rito religioso que debía celebrarse en cada ocasión.
Uno de los custodios que reveló secretos de tales obras fue condenado a muerte.
Aparentemente estaban escritos sobre hojas de palmera. Se destruyeron cuando el incendio del templo durante la denominada Guerra social (a principios del siglo I a.C.). Para reparar el daño se enviaron embajadores a Grecia y Asia Menor para ver de hallar nuevos libros de ese tipo.
De esa manera, llegaron numeroso libros proféticos a manos de particulares. El emperador Augusto ordenó reunirlos al pretor urbano y quemar los que consideraba falsos, prohibiendo su tenencia.
Así, unos dos mil libros fueron incinerados. Los considerados genuinos se depositaron en la base de la estatua del dios Apolo en su templo del monte Palatino y colocados bajo la custodia de los quindecenviros.
En las postrimerías del Imperio Romano de Occidente, aparentemente por las medidas anti-paganas del emperador Flavio Honorio, a partir del año 404, los cristianos se apoderaron de esos libros y los destruyeron.
Junto con los sibilinos, se guardaban otros libros proféticos: los Carmina Marciana -en latín-, las profecías etruscas de la ninfa Vegoia (*) y las Albunea de Tibur.
Leonardo Spissa
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(*) También denominada Vecu, Vecui, Vecuvia, Vegoe, Begoe o Bigois. Era una ninfa o sibila de la mitología etrusca. Era la responsable de redactar algunas partes del complejo mundo de los libros sagrados, de iniciar a los etruscos en las artes y de establecer las normas y los rituales en torno a la delimitación de tierras, las cuales determinaban el respeto y la preservación de las fronteras.
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