EL ORFISMO

 

Si la religión dionisíaca fue serenándose a medida que se extendía por Grecia en el siglo VI, ello se debió a la influencia de otro movimiento centrado en un héroe de Tracia, Orfeo. Se trataba de un músico legendario de esa región, que originariamente no parece haber tenido relación alguna con Dionisos. 

En torno a su figura irá surgiendo una literatura muy abundante, los libros ÓRFICOS, cuya significación precisa ha sido materia de debate entre los estudioso del mundo clásico.

No obstante, y aun contando con que gran parte de la información de que disponemos acerca del "orfismo" -denominación quizá no muy exacta- procede de fuentes relativamente tardías, está claro que del héroe tracio nació un ritual mistérico de carácter dionisíaco, que andando el tiempo quedaría incorporado a la mitología olímpica.

Según la leyenda de origen compuesto, de SEMELE, diosa frigia de la tierra y una de sus muchas concubinas, Zeus había tenido un hijo, ZAGREO, a quien tenía destinado el dominio del mundo.




Para impedirlo, Hera, esposa de Zeus, instó a los Titanes, una antigua estirpe de gigantes, a matar al niño y devorarle.

Así lo hicieron, y encolerizado Zeus les destruyó con sus rayos y de sus cenizas hizo a la raza humana.

Como habían comida de Zagreo, había en sus restos un elemento divino que se transmitió a la humanidad, mezclado con la naturaleza perversa propia de los Titanes.

Atenea rescató el corazón del niño y se lo llevó a Zeus, quien lo tragó y engendró de él a Dionisos como un segundo Zagreo.

Alrededor de esta historia tosca, de orígenes oscuros, se desarrolló una religión cultual que, una vez despojada de sus ritos primitivos y espiritualizada bajo el influjo del orfismo, inculcaba un elevado concepto de la inmortalidad a través del renacimiento y la regeneración a una vida más alta, que tenía como fin la extirpación de la naturaleza perversa titánica y la realización de la divinidad mediante el cultivo del elemento dionisíaco del hombre.

Para lograrlo era preciso tomar parte en los ritos de iniciación y purificación, los teletai, y vivir según los preceptos de la moral órfica, que junto a criterios de conducta relativamente altos incluía, al parecer, la prohibición de comer carne y otros alimentos.

De esta fuente tomó Platón su idea de la naturaleza dual del hombre, compuesto de un alma divina aprisionada en un cuerpo mortal. Su mente genial llevó la espiritualización a un grado más alto al relacionar el alma con el Bien como Alma Suprema, sustituyendo los tabúes rituales por una vida disciplinada de búsqueda filosófica de la Realidad.

El camino conducente a la comunión con la divinidad no era para Platón la iniciación en un culto mistérico, sino la práctica de la virtud y la justicia y la elección del bien. No tenía más que desprecio para los practicantes de rituales y doctrinas amorales, pero el enorme éxito de esos cultos extra-helénicos da testimonio del intenso afán de las masas de Grecia por encontrar un camino de salvación y comunión con el mundo espiritual, que de una forma concreta condujera finalmente a los Campos Elíseos. De ahí la popularidad de los ritos dionisíacos y del movimiento órfico.


E. O. James: HISTORIA DE LAS RELIGIONES

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