EL REINO SUEVO DE ESPAÑA Y LA IRRUPCIÓN DE LOS VISIGODOS

 

El dominio suevo en la península se eclipsó súbitamente a mediados del siglo V. Desde la derrota de su ejército en el año 422, el gobierno imperial romano sólo intervino en los asuntos de las provincias españolas -a excepción de la Tarraconense- mediante una escasa actividad diplomática.

Pero el control total que los suevos consiguieron sobre la Bética, Lusitania y la Cartaginense fue visto con cierta aprensión. Sólo en el decenio de 440, cuando la posición en la Galia era más estable y cuando los vándalos habían sido neutralizados temporalmente en África mediante el tratado de 442, fue posible iniciar nuevamente una acción militar.




En 446, el magister militum Vito invadió la Cartaginense y la Bética. Sin embargo, ante el avance del rey suevo con su ejército, que derrotaron a sus aliados godos, Vito protagonizó una retirada ignominiosa.

Es la última vez que las fuentes mencionan las campañas de un general en España. En 452 se estableció una paz formal entre los romanos y los suevos. Todo parece indicar que una de las condiciones del tratado fue la devolución de la Cartaginense, pues cuando Hidacio menciona el saqueo de esa provincia por los suevos en 455, dice que anteriormente había sido devuelta a los romanos. 

La cesión al gobierno imperial de un territorio que no había podido conseguir por la fuerza en 446, guarda relación quizá con el mayor interés de los visigodos en la península, que habría de intensificarse rápidamente con el nuevo rey Teodorico II (453-466).

La influencia de los visigodos sobre la corte romana aumentó de forma notable en 455 cuando, como resultado de las negociaciones entre el Senado romano, el rey godo y representantes de la aristocracia del sur de la Galia, el noble arverno (*) Avito (455-457) sucedió a la desaparecida dinastía teodosiana en el trono imperial de Occidente.




No puede ser mera coincidencia que al año siguiente se produjera una masiva intervención visigoda en España. Parece que los visigodos habrían exigido tener las manos libres para actuar en la península a cambio de su apoyo a Avito.

Al parecer, el emperador era amigo personal de Teodorico II y la nueva alianza entre los visigodos y la aristocracia gala necesitaba el mantenimiento del statu quo en Aquitania.

Era lógico, pues, que el rey visigodo canalizara sus ambiciones hacia el sur, hacia España, donde la ruptura de la paz por los suevos en 455 implicaba que una intervención en la península contaría con el apoyo de Roma.

Ni siquiera el derrocamiento y la misteriosa muerte de Avito en 457 romperían esos nuevos lazos entre el Imperio Romano y los visigodos, pues el gobernante efectivo de Italia durante los próximos 15 años iba a ser el general germano Ricimero, emparentado con la dinastía real goda.

Aunque no se produciría inmediatamente, la consecuencia de largo plazo de su invasión en 456 sería el dominio visigodo de la península ibérica.

El rey suevo Requiario (448-456), cuya ambición era recuperar la Cartaginense y, finalmente, arrancar a los romanos la Tarraconense, era cuñado de Teodorico II, dado que había contraído matrimonio con su hermana en 449. Pero ese lazo familiar y la vieja alianza establecida con los visigodos durante el reinado de Teodorico I (419-451), cuando la relación entre los visigodos y los romanos era menos estrecha, no le servirían para nada.




Requiario y su ejército fueron derrotados en el río Örbido, a unos 12 km de Astorga (León). Posteriormente, los visigodos avanzaron sobre Braga, la primera capital de los suevos, y la saquearon.

A finales de ese año el fugitivo Requiario fue descubierto y ejecutado por orden de su cuñado. En los acontecimientos de 456 quedaron destruidas la fuerza y la unidad del reino suevo.

La dinastía real que al parecer gobernó a los suevos, cuando menos desde su entrada en el Imperio en 406, desapareció para ser sustituida por una serie de reyezuelos rivales o jefes guerreros. 

Tras la derrota ante los visigodos el dominio suevo se redujo a su zona de asentamiento original en Galicia, en el extremo noroeste de la península.


Roger Collins: ESPAÑA EN LA ALTA EDAD MEDIA


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(*) Los ARVERNOS (arverni en latín) eran un pueblo celta que moraba en las montañas de la actual AUVERNIA (que toma su nombre de los mismos), en el Macizo Central francés. Consiguieron un gran poderío en la Galia central y se enfrentaron frecuentemente con el Imperio Romano. Su nombre significa ‘los que son superiores’, un sentido similar al de CELTA, derivada de la raíz indoeuropea GAL-: tener poder, fuerza, robustez, valentía; ser capaz.

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