EL REINO SUEVO DE ESPAÑA

 

Fueron los vándalos asdingos los que ocuparon el vacío producido en el sur de España por el paso de los visigodos a la Galia y el aniquilamiento de los vándalos silingos y los alanos.

Los asdingos necesitaban nuevas tierras. El incremento de sus efectivos con los supervivientes de la matanza de las dos tribus y su superioridad numérica les permitió hacerse con el control de la península ibérica.

Tras un ataque frustrado contra los suevos, tal vez para obligarles a entrar en una confederación, los asdingos avanzaron hacia el sur y en 421 se establecieron en la Bética. Contra ellos se envió una expedición en 422 comandada por el magister militum Castino, uno de los generales que luchaban por el poder tras la muerte de Costantino. 




Pero el ejército romano fue derrotado por los vándalos y obligado a retirarse, al parecer después de haber sido traicionado por los auxiliares visigodos.

Como la emperatriz Gala Placidia, antigua reina de los godos, tenía una considerable influencia sobre éstos, y apoyaba al rival de Castino, Bonifacio, conde de África, ese acto de traición en el campo de batalla puede haber sido originado en Ravena.

En la práctica, la derrota de 422 sirvió para que los romanos tomaran la decisión  de no intentar en el futuro reducir el poder de los vándalos en el sur de España.

De cualquier forma, parece que los vándalos se sentían inseguros, no sin razón. Así, en 429, bajo la dirección de un nuevo rey, Genserico (428-477), atravesaron el estrecho de Gibraltar para comenzar la conquista de una nueva patria en el norte de África.

Con la marcha de los vándalos, sólo quedaban los suevos de entre los invasores originales de 409 y se apresuraron a aprovechar esta circunstancia. Por desgracia para ellos actuaron con excesiva rapidez, pues los vándalos estaban decididos a mantener su dominio del sur de España, cuando menos hasta que se sintieran seguros en África.



En 430, las expediciones de pillaje realizadas por el jefe suevo Hermigar provocaron el regreso de Genserico al frente de un ejército vándalo. Hermigar fue derrotado en Mérida y murió ahogado en el Guadiana, mientras que los vándalos volvieron a África, de donde no habrían de regresar jamás.

Pero tras estos problemas iniciales, el cuarto de siglo siguiente asistió a un progreso ininterrumpido del dominio suevo sobre las regiones meridionales y occidentales de la península bajo los reyes Hermerico (abdicó en 438), Requila (438-448) y Requiario (448-456). 

En 439 Requila capturó Mérida, la principal ciudad de Lusitania, a la que convirtió en su capital, y en 441 consiguió el control de Sevilla.

Las tres provincias meridionales (Lusitania, Bética y Cartaginense) quedaron bajo su dominio, además de Galicia.

Su hijo Requiario intentó incorporar también la Tarraconense, pero sus esfuerzos habrían de resultar fatales para él y para la monarquía sueva.

Poco es lo que sabemos sobre esta efímera dominación nueva de la península, pero desde luego no se realizó sin resistencias, incluso en el plano local. El cronista Hidacio participó personalmente en una embajada enviada al magister militum Aecio, en la Galia en 431, para solicitar ayuda militar para las ciudades de Galicia que intentaban mantenerse libres del control suevo.




De hecho, Aecio no atendió a este llamamiento, pues se limitó a enviar a un conde como representante ante el rey suevo y para que ayudara a los habitantes de Galicia a organizarse. 

En 440 este conde, Censorino, cayó en manos de los suevos y fue ahorcado en Sevilla. Aunque el gobierno imperial se decidió a luchar por conservar la Terraconense en el decenio de 440, no estaba dispuesto o no podía proteger a sus súbditos en las demás regiones de la península.

Si bien las noticias de Hidacio demuestran que los habitantes de Galicia, cuando menos, se negaban a someterse voluntariamente al control de los suevos, tal vez se han exagerado las violencias y desórdenes de este período.

Hidacio registra destrucciones en Galicia por parte de los suevos en los años 430, 431 y 433, pero no posteriormente. Sólo se mencionan ataques contra el valle del Ebro y Lérida en 448 y 449 y las anexiones de Lusitania y Bética parecen haber ocurrido en 439 y 441 sin resistencia. 

Las fuentes sólo registran luchas y destrucción de ciudades en los confusos años que siguieron a la partida de los vándalos y en las campañas de conquista. Por lo demás, la existencia a finales del decenio de 430 de una autoridad real unitaria sobre los suevos, ejercida por Hermerico y sus dos sucesores, debió de impedir los desórdenes producidos cuando la tribu estaba dividida bajo jefes guerreros rivales, como Hermigar. 

Poco es lo que sabemos del ejercicio de esa autoridad real. Nada se dice en las fuentes de los condes suevos ni de la existencia, en ese período o más tarde, de códigos de derechos escritos, elaborados por los suevos o por sus súbditos romanos.

Pero esto no implica necesariamente que el control suevo fuera tan sólo un dominio militar. Un indicio interesante es el hecho de que mientras el rey Requila era pagano, su hijo y sucesor Requiario era católico. Fue el primer rey bárbaro en convertirse al catolicismo, precediendo notablemente al rey franco Clodoveo (c.507), mientras que los godos y vándalos eran arrianos.

El hecho de que el rey suevo y algunos elementos de su pueblo abrazaran el catolicismo de sus súbditos romanos es expresión de un grado notable de cooperación y aceptación mutua.


Roger Collins: ESPAÑA EN LA ALTA EDAD MEDIA


Comentarios

Entradas populares de este blog

LAS CARRETERAS ROMANAS, LAS PIEDRAS MILIARIAS Y LA MANERA DE CONSTRUIRLAS

¿CUÁNDO SURGIÓ EL JUDAÍSMO?

JOSEPH CAMPBELL Y LA MITOLOGÍA