LOS ESPÍRITUS PROTECTORES EN LAS ANTIGUAS CULTURAS

 En las antiguas canciones finesas, recopiladas bajo el nombre de KALEWALA, se pinta en una parte la siguiente escena:


"Hechiceros llenan la pieza,

grupos de cantores, los bancos;

músicos a lo largo de las paredes,

sabios reunidos en la puerta,

adivinos en bancos de honor

y ancianos videntes junto al fuego."


Palabras mágicas llenan la pieza. Una característica de la cultura primitiva es la de estar penetrada de consideraciones hacia lo sobrenatural. Por eso significa una suerte grande que la divinidad se ocupe de uno.

En América del Norte está muy difundida la representación de espíritus personales de protección. 

Durante los sueños o por medio de una revelación, después de un riguroso ayuno y de haberlos invocado "lejos de mundanos ruidos", los poderes manifiestan que tienen misericordia de los seres humanos.

Los indios crow interpretan la relación entre el espíritu protector y la persona como una verdadera adopción. Pero, con frecuencia no es suficiente el lazo personal, sintiéndose entonces con mayor fuerza la falta de comunicación entre la gran masa y el mundo de las alturas.

Ese sentimiento encuentra su expresión en la necesidad de alguien que sirva de intermediario y esté suficientemente preparado, que sepa manejar las cosas debidamente y no corra los riesgos que amenazan al hombre común al aproximarse a lo sagrado.

Esto encuentra, así mismo, un reflejo psíquico en aquellos individuos en los cuales los sentimientos religiosos se manifiestan con mayor fuerza, y de esta combinación de fuerzas sociales y psicológicas se ha formado la clase de los hechiceros y de los sacerdotes.

Nada muestra mejor el poder de la religión entre los pueblos primitivos que el hecho de haber sido precisamente esta clase la que primero se diferenció del resto de la sociedad.

Entre el hechicero y el sacerdote existe la misma relación que entre la magia y el culto.

El hechicero debe su eficiencia al poder que detenta sobre los espíritus y las fuerzas de éstos, mientras que el sacerdote es un siervo de su dios. 

Los hechiceros llegan a ser lo que son debido a una vocación interna. Los sacerdotes, en cambio, ejercen su cargo gracias a la instrucción recibida.

Sin embargo, también los hechiceros necesitan algunas enseñanzas. 

En las islas Mentawei, cerca de Sumatra, se instila una solución de jugos vegetales en los ojos de los aprendices, cegándolos por algunos días. Creen que así están capacitados para ver a los espíritus.

Sin embargo, tan difícil como distinguir rigurosamente entre magia y culto, lo es también entre hechicero y sacerdote.

Entre los semi-agricultores, por ejemplo, en Indonesia y África, la misma persona hace tanto de uno como de otro. Al progresar la cultura, ambos se van distanciando, y a menudo aparece una brusca oposición entre los dos.

El hechicero viene a menos, transformándose en charlatán, curandero y brujo, ejerciendo su despreciado oficio ocultamente en el bajo pueblo, o sino, al contrario, con su fervor interno se eleva a cuidador de almas y vidente, que rompe la rígida armazón de los sacerdotes.

De las huestes deambulantes extáticas de los profetas de Israel emergieron figuras poderosas como Isaías y Jeremías.

La vocación de hechicero es un don superior que a lo mejor se descubre por casualidad. Por eso motivo es a veces difícil distinguirlos de los legos.

Entre los indios de la altiplanicie de la Columbia Británica todos y cada uno son en cierto grado hechiceros. Cada cual posee su espíritu protector especial, y el hechicero sólo se diferencia del montón porque puede invocarlos según sus deseos. 

Entre los tártaros del Altai cualquiera puede ponerse en comunicación con los espíritus de este mundo. Sólo para los pobladores del mundo inferior y del superior se necesitan intermediarios especiales.


Kaj Birket-Smith: VIDA E HISTORIA DE LAS CULTURAS


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