MASONERÍA ANTIGUA Y MASONERÍA MODERNA

 Bajo la forma de sociedad secreta de carácter filosófico con que hoy se la conoce, la francmasonería no nació hasta 1717 en Inglaterra, siendo tarea de intelectuales. Esto les basta a la mayoría de los historiadores para negar toda clase de filiación entre esta francmasonería especulativa y las antiguas corporaciones de los albañiles (maçon en francés) y tallistas de piedras que no eran más que operativas. O sea que éstas no tendrían en común con tal sociedad secreta más que el nombre.

Esta tesis clásica no tiene, sin embargo, una solidez a toda prueba. Es difícil admitir que la moderna francmasonería haya tomado su nombre prestado a una vieja corporación, así como sus tradiciones y sus símbolos, bajo el efecto de la pura fantasía.

Pero sobre todo resulta arbitrario oponer "operación" y "especulación", o sea técnica e ideología. Recientes trabajos han demostrado que ya los colegios romanos de los oficios se transmitían secretamente, al mismo tiempo que recetas técnicas, tradiciones especulativas -mágicas, religiosas o filosóficas-, lo que atrajo la represión de los Césares.

En la Edad Media, toda la vida profesional estaba influida por los ritos, por los símbolos, e impregnada de cosmogonía. Particularmente, el gremio de la construcción siempre requirió la cooperación de obreros, artistas y sabios. 

Las corporaciones medievales estaban muy lejos, pues, de ser únicamente operativas. No puede sostenerse, ni un solo momento, que las preocupaciones especulativas -como una cierta concepción del hombre, del mundo y de Dios- no debían contar entre los constructores de las catedrales, desde el arquitecto hasta los ingenieros.




Como plantea Étienne Gilson, comprender y explicar una cosa consistía para un pensador de aquella época demostrar que ella era el símbolo o el signo de una realidad más profunda, que proclamaba o expresaba otra cosa distinta.

Además, desde sus comienzos, pese a una opinión muy extendida, tales corporaciones admitieron en su seno, como miembros de honor, a intelectuales y a grandes personajes.

Por lo tanto, no debe concluirse por el carácter moderno especulativo de la francmasonería actual, que esté desprovista de orígenes corporativos, sino solamente que en el siglo XVII la evolución social había ya matado al antiguo sistema de corporaciones.

Desde principios del siglo XII, época en que empiezan a desprenderse de las órdenes monásticas con las que hasta entonces habían estado confundidas, las cofradías de constructores presentan ciertos rasgos que, 600 años más tarde, se hallarán en la fisonomía de la moderna francmasonería: iniciación, obligación del secreto, doctrinas esotéricas, que varias veces les acarrearon condenas, como más tarde se verán condenados los francmasones por la jerarquía católica.

Un iniciación y un secreto puramente profesionales no habrían justificado en modo alguno tales condenaciones, la primera de ellas remontándose al año 1189. La última, pronunciada en 1655, les recayó precisamente por "prácticas impías, sacrílegas y supersticiosas", es decir, en términos claros, el esoterismo.


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