LO FANTASTICO Y HORROROSO EN LA LITERATURA DE GUY DE MAUPASSANT


Los cuentos fantásticos de Guy de Maupassant (1850-1893) poseen la misma dureza y nitidez de sus novelas realistas, y la angustia que surge de su mundo se apodera con mayor fuerza del ánimo que la que nos viene de los mundos imaginarios.

Hoffmann practicaba la ironía, interrumpía su narración para interpelar al lector, dar consejos literarios y transformar el drama en farsa. Se interponía entre el monstruo y nosotros; Maupassant nos pone en contacto inmediato con el horror.

El narrador de EL HORLA nos hace asistir, día tras día, al progreso del maleficio. Al principios se encuentra bien. Surgen luego ligeras perturbaciones que desaparecen. Después hay en el ambiente algo inquietante, insólito. Pronto el malestar del hombre se convierte en enfermedad del mundo.

Un ser invisible corta las rosas, bebe la leche y el agua, bebe la vida del narrador. La víctima termina por percibir al monstruo, masa confusa que se interpone entre su espejo y ella.

El ser horroroso, el ser invisible que los hombres siempre han esperado y temido con espanto, ha llegado por fin.

El universo está lleno de fuerzas invisibles, como el viento o la fuerza magnética. El hombre ha sentido siempre terror de los aparecidos, de la invasión de lo invisible. 

Lo que temía confusamente y con tal intensidad era su sucesor, el HORLA, que ha llegado por fin. El Horla beberá la vida de los hombres, así como el hombre ha comido la carne de los animales.



El narrador cree encerrar al monstruo en su morada y le prende fuego, pero son sus sirvientes quienes perecen en el desastre.

En UN FOU (Un loco) los temas de la mano y el ojo dotados de una vida propia, del magnetismo y la locura, se reúnen y entrelazan.

Jacques Parent tiene ojos de alucinado "móviles, bizqueantes, enfermos, obsesionantes". Oculta sus manos como si fueran dueñas de sus movimientos y pudieran entregarse a ocupaciones odiosas o ridículas. Un día de tormenta revela al narrador su terrible facultad: su mirada hipnotiza a hombres y animales, sus manos atraen inexplicablemente los objetos. Un puñal colocado sobre la mesa se estremece y se desliza como burlándose, por sus propios medios, hacia la mano que se extiende hacia él. El enfermo llega a sentir deseos de arrancarse los ojos y cortarse las muñecas. Ya no es él mismo. Habita en él un poder misterioso.

Ahora no nos encontramos en el mundo determinado de la ciencia, sino en el mundo embrujado de la magia. O más bien, la fatalidad mágica recupera su prestigio perdido al ponerse la máscara del determinismo científico. 

Electricidad física y magnetismo animal se relacionan. Fuerzas misteriosas que se concentran en ciertos seres. Se borran las fronteras entre mundo externo y mundo interno. La confusión se encuentra en el interior del alma y fuera de ella.

De la misma manera que un demente no atribuye su mal a sí mismo, sino a perseguidores externos, el personaje de Maupassant interpreta su propia perturbación como una enfermedad del mundo.

Diagnóstico de la locura y experiencia de lo fantástico son los dos aspectos, externo e interno, de un mismo fenómeno. Maupassant, como E.T.A. Hoffmann y Kipling, sabe mantenerse en el intermedio.


Louis Vax: ARTE Y LITERATURA FANTASTICAS

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