ORIGEN DE NUESTROS JUEGOS

 Muchos de nuestros juegos recaban sus principios de una construcción tetráctica (a partir del número 4) mántica (adivinatoria), o templum (recorte de una sección del cielo para efectuar predicciones).

Su función originaria fue más honda y substancial que el puro juego. Desempeñaron el papel de armazón de la actividad adivinatoria. Recordemos que una de las formas en que ésta se presenta es la americana de arrojar al habichuelas o granos de maíz que en su caída se ubicarán en determinadas posiciones en un cuadrilátero marcado en el suelo.

Este procedimiento, que es ya casi un juego, proclama su parentesco mántico con los conocidos esquemas tetrácticos de juegos como el ta-te-ti, la rayuela y el ludo. Este último con el agregado de los 4 colores. 



Esquemas que Parker ha encontrado en los templos de Ceilán y en las columnatas de Egipto. El ta-te-ti, especialmente, se llama en Ceilán narenchi keliya y se halla además en el templo egipcio de Kurná, del siglo XIX a.C.

Y los colores de los 4 palos de los naipes: amarillo (oros), azul (espadas), rojo (copas) y verde (bastos), que son exactamente los mismos de las 4 aspas del ludo.

¿Y las casillas faustas y nefastas características de otros juegos? Estamos, evidentemente, en presencia de la grandiosa cosmología protohistórica que ha dejado claros vestigios hasta en nuestra moderna forma de vida.


Orto Nadal: EL PANORAMA MENTAL DE LA PROTOHISTORIA EN JOSÉ IMBELLONI

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