LAS BIBLIOTECAS EN LA ANTIGUA GRECIA

 

En una biblioteca griega la mayor parte de los libros estaban escritos en griego y eran de autor griego, aunque también se aceptaron obras de no griegos escritas en ese idioma. 

Las obras literarias en otras lenguas no atrajeron a los griegos, únicamente interesados en conservar sus mitos y tradiciones -no faltan los especialistas que afirman que la práctica totalidad de la literatura griega fue recompuesta, reelaborada en la Biblioteca para la posteridad.

Este desinterés no se extendía a las obras no literarias. En Alejandría se desplegó un importante trabajo de traducción de obras científicas y religiosas al griego koiné ("común", la variedad que se había extendido como lengua franca en el mundo mediterráneo.

Un tratado bizantino indica que se tradujo a sabios de diversos países, formándose equipos de traductores por lenguas.



Así, se rescató el conocimiento científico precedente de tabletas cuneiformes, papiros egipcios y de obras escritas en acadio y copto. No existía el respeto de nuestros días por la autoría; cualquiera podía tomar lo que creyera oportuno de la documentación escrita sin necesidad de citar su procedencia.

Un lugar especial, por motivos ideológicos y políticos, ocuparon las traducciones de las obras de historia y de carácter religioso de los pueblos conquistados, trabajo que no solo se realizó en Egipto, sino en todas las monarquías helenísticas.

Las armas macedónicas habían hecho de los griegos los señores del mundo conocido, pero los gobernantes no aprendieron los idiomas de sus súbditos. Viendo que tenían que entenderlos para gobernarlos, se dieron cuenta de que tenían que leer sus libros. 

La historia y los libros sagrados de un pueblo abrían el acceso a su alma.


LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA (Editorial Gredos, 2018)

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