OSIRIS, EL DADOR DE VIDA
Los antiguos egipcios se referían al gran dios como "Aquel que no puede ser nombrado, el de los Misterios, el que brota de las aguas que retornan".
Osiris, de acuerdo a las palabras y los dibujos que lo representan, suele estar concebido como personificación del grano que brota en los campos después de ser éstos fertilizados por la inundación.
Tal era la médula de los Misterios, el secreto más profundo que revelaba al iniciado.
Del mismo modo, en los ritos de Deméter, en Eleusis, se exhibía a los adoradores una espiga de cebada como el misterio central de su religión.
Así podemos entender plenamente por qué en el gran festival de la siembra en el mes de Khoiak los sacerdotes enterraban imágenes de Osiris hechas de mantillo y granos. Cuando recogieran estas efigies al cabo de un año o de un intervalo más corto, encontrarían que los granos habían germinado y salido del cuerpo de Osiris, y así la germinación del grano sería supuesta como un presagio o, mejor aún, como la causa del crecimiento de las cosechas.
El dios-cereal produce el cereal de Sí mismo. Él da su propio cuerpo como alimento a los hombres. Él muere para que ellos vivan.
Y de la muerte y resurrección de su gran dios, los egipcios inferían no solamente su auxilio y subsistencia en esta vida, sino también su esperanza en una vida eterna más allá de la muerte.
James George Frazer: LA RAMA DORADA. Magia y religión.
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