LOS ORÍGENES DE LA CRUZADA CONTRA LOS ALBIGENSES O CÁTAROS
En 1208, tomando como pretexto un litigio entre Raimond VI (conde de Toulouse, pariente cercano de los reyes de Francia, Inglaterra y Aragón, y poderoso "rey del Mediodía de Francia" o Languedoc, el país de la Lengua de Oc) y algunos de sus vasallos de Provenza (litigio que ha provocado el mismo Castelnau), el legado Pierre de Castelnau excomulga al conde de Toulouse en nombre del Papa.
Hace más: pronuncia el entredicho contra las tierras del conde y dispensa de su juramento a los fieles del mismo, instigando al saqueo e incluso al asesinato: "¡Quien os desposea, bien hará; quien os hiera de muerte, bendito será!"
Ante el peligro que amenaza a su país, Raimond VI acepta negociar su sumisión. En enero de 1208, se entrevista con el legado en Saint-Gilles. Pero Castelnau, sea por propio iniciativa o por orden del papa Inocencio III, quiere la ruptura. Y tras haber presentado nuevas exigencias al conde, que se indigna de ello, se marcha dando un portazo y con la maldición en la boca.
Raimond VI, que no ha perdido del todo la esperanza, hasta corre tras él, pero en vano. Al amanecer del día siguiente, 15 de enero, Castelnau se apresta a franquear el Ródano cuando un jinete, surgido nadie sabe de dónde, se lanza al galope sobre él, le atraviesa el corazón de una lanzada y desaparece como llegara. Jamás se supo quién era. El Papa tenía su casus belli.
Algún tiempo antes, el desgraciado legado había dicho:
"La causa de Jesucristo nunca saldrá adelante en este país si uno de nosotros no muere por la defensa de la fe: quiera Dios que yo sea la primera víctima."
Por coincidencia singular, este deseo había de realizarse por entero. No estamos obligados a creer que Castelnau era profeta. Sí fue, en cambio, imprudente en sus palabras. Entre los que le rodeaban, no faltaban gentes sin muchos escrúpulos, muy capaces de darse cuenta de todo el partido que se podía sacar de su piadosa resignación, y hubo quizá entre ellos uno que encontró excelente la idea. Sea como fuere, Pierre de Castelnau fue más útil a Roma muerto que vivo.
Dícese que el Papa, al enterarse del asesinato, perdió por dos días el uso de la palabra. En todo caso, él y Arnaud Amalric (abad cisterciense, inquisidor y legado pontificio) conservaron bien despejada la mente. El abad de Citeaux salió sin perder momento para Francia y movilizó a su Orden monástica.
Los cistercienses hicieron un llamamiento para vengar la sangre del mártir, no retrocediendo ante ningún argumento en su campaña de agitación. Se acusó a Raimond VI de haber seducido a las queridas de su padre, de acostarse con su hermana y de haber hecho asesinar a Castelnau y haber paseado al asesino de éste por sus tierras como un héroe.
Inocencio III le trató de "tirano impío y cruel" porque se negaba a expoliar y desterrar a aquellos de sus súbditos que ya no obedecían a Roma. Se dijo también que el conde de Foix había hecho cortar en pedazos a un canónigo, y que sus soldados habían empleado un crucifijo como mortero para machacar especias.
Pierre de Castelnau es exhumado por orden del Papa. ¡Su cuerpo está intacto un año después de su muerte! Previsible milagro que sirve, a falta de cosa mejor, para beatificarle inmediatamente.
El 6 de marzo de 1208, tras esta preparación psicológica, Inocencio III puede hacer un llamamiento a la guerra santa, ofreciendo "a los que virilmente se ciñan y armen contra esos apestados que atacan a la vez la paz y la verdad, que se les prometa la remisión de sus pecados".
Además, proclama lo siguiente:
"Queremos que los obispos declaren relevados por la autoridad eclesiástica a todos aquellos que estén obligados al conde de Toulouse por juramento de fidelidad, y sea dueño todo católico no sólo de perseguir a su persona, sino también de ocupar y conservar sus tierras y posesiones a fin de, por este medio, purgar de herejía el territorio que hasta el día de hoy ha sido vergonzosamente dañado y mancillado por la maldad de dicho conde. ¡Adelante, pues, soldados de Cristo! ¡Esforzaos por pacificar esas poblaciones en nombre del Dios de paz y amor! ¡Aplicaos a destruir la herejía por todos los medios que Dios os inspire!"
Gérard de Sède: EL TESORO CÁTARO
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