CONFLICTOS IMPERIALES EN AMERICA DURANTE EL SIGLO XVIII
Desde mediados del siglo XVIII el volumen del tráfico que atravesaba el Atlántico creció espectacularmente en casi todas las colonias. Hubo un aumento general de la población. La guerra en América aumentó en escala e intensidad desde la guerra de los Siete Años, que enfrentó a Gran Bretaña con Francia y luego también con España, que había empezado de hecho en el valle del Ohio en 1754, dos años antes de la declaración formal de guerra, y que causó estragos en Norteamérica y el Caribe hasta 1763.
Los británicos empezaron a luchar contra sus súbditos coloniales en 1775 y hacia el fin de la guerra, en 1783, se les habían unido los franceses, los españoles y los holandeses, obligando a Gran Bretaña a reconocer la independencia americana.
Gran Bretaña y la Francia revolucionaria se enfrentaron en 1793 y a partir del año siguiente se enviaron expediciones británicas a atacar las colonias francesas y, más tarde, españolas y holandesas en las Indias Occidentales.
El aumento del volumen del comercio colonial y el de la escalada bélica en América estaban estrechamente relacionados. Al mismo tiempo que el comercio se hacía más valioso, aumentaba su contribución a las finanzas estatales por medio de diversos tipos de impuestos, como las aduanas, el quinto real español sobre las importaciones de plata o el quinto real portugués sobre el oro y sobre su monopolio del tabaco.
Para los británicos el comercio colonial era un elemento importante de su exitoso sistema de crédito público. Los comerciantes coloniales se beneficiaban de una considerable proporción de los préstamos gubernamentales y existía el temor generalizado de que, si se perdía alguno de los comercios coloniales importantes, se llegase a un colapso del crédito que acabase en una bancarrota nacional.
El comercio colonial también se consideraba de vital importancia para las flotas europeas, ya que sus marineros podían ser utilizados en los barcos de guerra cuando fuera necesario.
Tanto era lo que se creía que estaba en juego, que todos los estados europeos con imperios coloniales creyeron necesario reforzar las defensas de sus propias posesiones y, a la inversa, que debían intentar quebrar el comercio colonial de sus rivales para debilitar así su capacidad bélica en Europa.
El éxito de los británicos en la Guerra de los Siete Años, cuando causaron grandes pérdidas a los franceses y conquistaron La Habana (Cuba) -la escala de la flota española que transportaba la plata a Europa-, tuvo grandes consecuencias en el continente. Había que reforzar las defensas y buscar nuevas oportunidades para acabar con el dominio británico dando un golpe a su imperio colonial.
Esta elevada consideración del valor de las posesiones americanas y de su comercio tuvo importantes consecuencias para las poblaciones coloniales. Las autoridades metropolitanas no pudieron seguir tolerando la laxitud de la administración o las tácitas autonomías.
Se tomaron importantes medidas para desarrollar los recursos económicos de las colonias.
Se debió hacer respetar las regulaciones comerciales de manera adecuada y se tuvieron que reformar los gobiernos coloniales para hacerlos más receptivos a las órdenes de la metrópoli. Era necesario tomar adecuadas medidas defensivas. Se aumentaron los impuestos donde fue posible.
Como de costumbre, fueron los españoles los que aplicaron el programa de reformas más riguroso, especialmente en México después de un viaje de inspección realizado, de 1765 a 1771, por José de Gálvez, quien sería ministro responsable de las Indias desde 1776 hasta 1787.
La producción de plata se incrementó. Se consiguieron grandes sumas a través de los impuestos y se transfirieron a la España metropolitana.
El sistema fue formado para permitir una mayor participación de los puertos españoles. Se reforzaron las guarniciones de tropas regulares. La riqueza y los privilegios de la Iglesia fueron atacados y la Compañía de Jesús, que era muy influyente en América, fue abolida por completo.
Se crearon nuevas unidades administrativas y nuevos cargos, la mayor parte de los cuales, al igual que otras posiciones de importancia, fueron ocupados por hombres procedentes de España, no por criollos.
El marqués de Pombal, el ministro portugués desde 1750 a 1777, intentó garantizar que fuera Portugal, más que Gran Bretaña, el que se beneficiara de la riqueza de Brasil y puso bajo control de compañías monopolísticas comercios valiosos.
Y también intentó por todos los medios aumentar los impuestos reales y reducir la influencia de la Iglesia.
Los británicos, a pesar de sus éxitos en la guerra de los Siete Años, pensaron que era necesario reforzar las defensas de sus colonias en Norteamérica y en las Indias Occidentales y promulgar regulaciones comerciales más rigurosas.
Se intentó aumentar los impuestos, sobre todo con la desafortunada Stamp Act de 1765, y conseguir que los funcionarios coloniales estuviesen más directamente bajo control de la corona.
El crecimiento económico acelerado, la guerra y la nueva política intervencionista llevada a cabo por las potencias coloniales desde la década de 1760 tuvieron un efecto profundamente perturbador en América.
Violentos desórdenes estallaron en todo el continente.
T. C. W. Blanning: EL SIGLO XVIII
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