GUERRA Y CONFLICTO INTERNACIONAL EN EL SIGLO XVIII
Entre 1700 y 1789 el sistema internacional pasó de una amplia alianza europea opuesta a la hegemonía francesa, a un acuerdo anglo-francés y, finalmente, a un depredador equilibrio de poder.
A medida que evolucionaba el sistema internacional, algunas constantes se mantuvieron. De un modo notable, esta fue una época en la cual los estados luchaban por ventajas discretas, no para destruir a los otros estados o regímenes ni para decidir grandes cuestiones religiosas o ideológicas.
La razón más común para la guerra fue la adquisición o la retención de territorio. Además, las consideraciones dinásticas -que familia o individuo ocuparía un trono en disputa- eran de gran importancia y precipitaron diferentes guerras de sucesión.
La lucha por la riqueza también llevó a los estados a confrontarse. Durante el siglo XVIII, los soberanos reconocieron que la riqueza comercial se traducía rápidamente en poder militar y abrazaron motivaciones económicas que les llevaron a disputas por la tierra, la población y el comercio, tanto en Europa como en sus colonias.
Los estados no emprendieron guerras mayores por razones calculadas, sino por la voluntad de un soberano. La religión no determinaba la política exterior como lo había hecho antes, aunque en ciertas circunstancias la pasión religiosa añadió cierto apoyo popular o inspiró una brutalidad particular durante un conflicto.
Esto fue especialmente cierto en la periferia de Europa, cuando las cristianas Rusia y Austria luchaban contra el Imperio otomano musulmán.
Asimismo, la ideología política fue apenas motivo de guerras entre las principales potencias europeas, excepto en el caso de la guerra de independencia americana. Pero este conflicto fue una excepción si se mira desde la perspectiva de los rebeldes americanos.
Considerado desde un punto de vista europeo, simplemente continuaba la lucha anglo-francesa por el poder.
T. C. W. Blanning: EL SIGLO XVIII
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