LA ACCION GUERRILLERA EN RUSIA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 

A partir de 1943, las operaciones de guerrilla en el Frente Oriental cobraron mayor importancia que las que se libraban en cualquier otro frente de la guerra. Los partisanos podían operar con mayor facilidad en los bosques de Rusia, en sus montañas y en parajes tales como los pantanos de Pripyat que en casi todo el territorio de la Europa occidental.

Stalin no paraba en mientes, sin remilgos burgueses, con respecto al número de víctimas ni de daños colaterales infligidos a los civiles. 

El testimonio de muchos partisanos en tiempo de guerra demuestra que se llevaba a cabo una doble campaña de terror: contra el Eje y contra millones de personas de su propio pueblo que no manifestaban lealtad hacia el sistema político stalinista, ni voluntad de arriesgarlo todo para restaurarlo.

En este aspecto, como en tantos otros, la lucha en el Este asumió unas cotas de ferocidad extraordinarias, y quienes participaron en ella sufrieron experiencias mucho más sangrientas que los combatientes de la Europa occidental.

En los primeros años de la guerra, los partisanos de Stalin se enfrentaron a las mismas dificultades que sus homólogos en otros lugares: carecían de organización, armas, aviación para el transporte de suministros y aparatos de radio.

Pável Sudoplátov afirmó en sus memorias que el NKVD (luego KGB, la inteligencia soviética) había realizado elaborados preparativos para sus operaciones en la retaguardia en los inicios del avance alemán. Es falso.

En la década de 1930, Stalin había desmantelado por entero la red de bases y cuadros partisanos en todo el país, por considerarlos una amenaza hacia su propia autoridad.

Numerosos líderes guerrilleros, veteranos de la guerra civil, fueron asesinados en las Purgas.



En los últimos meses de 1941, Sudoplátov y sus compañeros se vieron obligados a esforzarse y escarbar en todas partes, a improvisar en sus labores de recopilación de inteligencia y en la organización de los grupos de partisanos.

Sus primeras operaciones resultaron caóticas, costosas e infructuosas. Casi todos los hombres reclutados carecían de experiencia y otros muchos no demostraban el menor entusiasmo. 

Muchas veces se los destinaba a regiones -Ucrania especialmente- cuyos habitantes habían celebrado verse liberados por los alemanes de la odiada tiranía stalinista.

La población local veía a los partisanos como los títeres de Moscú, en lugar de como patriotas, como una amenaza para sus hogares y como los rivales en un momento de terrible carestía de alimentos.

Por otra parte, hasta el desenlace de la batalla de Stalingrado, los alemanes aparecían como los vencedores y los soviéticos como los perdedores.

En los estados bálticos, durante los meses previos a la "Operación Barbarroja", Laurentia Beria (jefe supremo del NKVD) había llevado a cabo algunas purgas en las que se ejecutó a decenas de miles de personas o fueron confinados en el Gulag, lo que explica por qué tantos lituanos, estonios y letones recibieron con los brazos abiertos a los hombres de la Wehrmacht.

Los guerrilleros solo pueden nadar en un mar de simpatizantes locales. En Ucrania, el principal blanco en los incipientes intentos de Moscú para fomentar la guerra de guerrillas, pocos cumplían este perfil. 

El 1 de mayo de 1942, el Centro del NKVD de Moscú reconoció apenas 37 grupos operativos en Ucrania, con una fuerza conjunta de 1.918 hombres. Otros (de los supuestos 29.307 efectivos con los que supuestamente se contaba en el primer año de la guerra) se rindieron a los alemanes en cuanto se les presentó la oportunidad, mientras que otros fueron capturados o asesinados. Muchos se limitaron a dejarse perder en las comunidades locales, donde nadie podía encontrarlos y abandonaban la misión.

No hubo coordinación entre los órganos del partido y sus rivales en las organizaciones de inteligencia. Todos crearon sus propias fuerzas.

Tanto el NKVD como el GRU (inteligencia militar) lucharon por acceder a los escasos aviones disponibles. La situación sólo empezó a mejorar en mayo de 1942, cuando se creó un grupo central para dirigir todas las operaciones de guerrilla, seguido al poco por el grupo de transporte aéreo partisano, controlado directamente por el partido.

Todos los grupos contaron además con células del NKVD, la mayoría de las cuales estaban formadas por entre 50 y 100 hombres.

La escasez de armas y suministros no se palió. Lo peor que el general Franz Halder, comandante de Hitler en el Este, pudo decir acerca de los partisanos en 1942 fue que constituían "una cierta molestia".

Sólo en dos zonas del noreste de Ucrania los guerrilleros actuaban con eficiencia por entonces e incluso más tarde en la guerra. La supervivencia de tales bandas exigió contar con bases en las zonas boscosas, donde los alemanes debían realizar grandes esfuerzos para localizarlas y destruirlas.


Max Hastings: LA GUERRA SECRETA


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