LOS ICEBERGS
En la panoplia asesina del océano, el iceberg es el arma más temible. Puede atacar a flor de agua, escollo errabundo y casi invisible. O también a cara descubierta, y no solo, en fantástica escuadra a la medida misma del océano, es decir sin medida.
Se estira a veces sobre un centenar de kilómetros y está formado entonces hasta por 200 unidades. Unas completamente sumergidas, como submarinos; otras, aguzadas como torpederos, avanzan al ras de las olas, precediendo las fortalezas de hielo de potentes flancos, erizadas de espolones, de bordes dentados para abrir los cascos o para reventar los barcos.
A diferentes alturas unas aristas aceradas se escalonan para derribar las arboladuras. Y esa escuadra embiste directamente contra el enemigo, lo fascina con mil juegos de luz, lanza unos arco iris, unos géisers de ópalo, de lapislázuli, de esmeralda, despliega espejismos de islas encantadas.
Y cuando la tripulación del barco atacado reacciona e intenta huir, entonces la escuadra lo cerca, forma estrechos sin salida, pasos en zigzag, laberintos, troneras, en los cuales se pierde el sitiado. Este se sigue resistiendo, pero la masa de los grandes icebergs corta el viento. Son unos torbellinos seguidos de súbitas calmas, de ráfagas perversas.
El barco maniobra, cambia de rumbo, intenta diversas marchas, y si todavía existe una posibilidad de escapar, entonces la escuadra se alía a la bruma, a la noche, a la tempestad. Y es el aplastamiento final en un estuche de hielo, el crujido del casco y de la arboladura que apaga el grito de los hombres.
A sus víctimas, la escuadra de la muerte blanca se las lleva a menudo como un trofeo.
Robert De la Croix: HISTORIA SECRETA DE LOS OCÉANOS

Comentarios
Publicar un comentario