LOS ORÍGENES DE LA IGLESIA MEDIEVAL EN EUROPA OCCIDENTAL
Hace mucho tiempo que se ha atribuido al cristianismo y a su órgano la iglesia, un papel de suma importancia en la edificación de la cultura europea. Ante todo, como mediadora entre la cultura antigua y los estados fundados por los germanos.
No obstante, las investigaciones modernas han introducido algunas modificaciones en el cuadro que solían presentarnos los tratadistas anteriores.
En otros tiempos se ponía de relieve sobre todo la gran labor de proselitismo llevada a cabo por la iglesia en las nuevas fundaciones políticas de los germanos, y se consideraba que a ella debió su poder político la iglesia romana, el catolicismo.
Cuanta mayor era la convicción de que entre la "Antigüedad" y la "Edad Media" existía una profunda solución de continuidad, y cuanto más se creía que esta última constituía una creación nueva fundada sobre bases de carácter totalmente distinto, tanto mayor pareció ser la importancia de esta actividad mediadora de la iglesia entre lo antiguo, aniquilado, perdido, y lo nuevo y primitivo.
Partiendo de estos postulados, es natural que la historia de la cultura prestara escasa atención a los primeros tiempos de la difusión del cristianismo, que se realizó en los momentos en que lo antiguo agonizaba antes de la fundación de la constelación de estados germánicos.
Las nuevas investigaciones especializadas sobre los comienzos del cristianismo en los distintos países del centro y oeste de Europa han hecho posible un juicio de esta cuestión.
A medida que fue abriéndose paso la convicción de que el tránsito de la última época romana a los primeros tiempos de la Edad Media se operó sin el cataclismo que antes se suponía, se presenta tanto más claro el sentido e importancia de aquel cristianismo primitivo.
Sabemos actualmente que desde fines del siglo II d.C. había comunidades cristianas no sólo en el mediodía de las Galias (Lyon), sino también a orillas del Rin y del Mosela.
Del mismo modo que el cristianismo había venido al sur de las Galias desde oriente, se difundió también rápidamente desde este punto hacia el norte de las Galias, siguiendo a lo largo del Rin, gracias a la animación del tráfico existente en el imperio romano.
Esto no se debió exclusivamente al ejército, sino también a los comerciantes y artesanos , así como a los obreros, que en parte llegaban allí procedentes de Italia.
Había cristianos no sólo en las ciudades, centros del tráfico, sino que ya en la época romana los encontramos también en el campo, aunque en él se mantuviera durante más tiempo el paganismo, nombre relacionado precisamente con el de la demarcación rural (pagus). Así lo han revelado los hallazgos de monumentos cristianos primitivos en distintas localidades.
El carácter y modalidades del asentamiento de los germanos en territorio romano muchos antes de la caída del imperio (en el año 476) determinó el que muy pronto se pusieran aquéllos en contacto con los cristianos, y explica también que en los territorios en que se establecieron los germanos no se destruyera la organización eclesiástica de la época romana, sino que se conservara.
Sabido es que antes de la promulgación del edicto de Milán por Constantino (313), el cristianismo tuvo a menudo sus partidarios en las clases más humildes de la población, y como los germanos de aquella época ingresaron también al principio en el mundo romano en posición de subordinados y servidores, como colonos y laeti (*), criados domésticos y obreros, esta afinidad social debió fomentar y estimular aquellos contactos en proporciones extraordinarias. Juzgamos que se ha tenido este factor hasta ahora muy poco en cuenta, a pesar de que proporciona importantes explicaciones para la difusión del cristianismo.
Alfons Dopsch: FUNDAMENTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES DE LA CULTURA EUROPEA
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(*) En el tardo Imperio romano designaba a los bárbaros que habían recibido el permiso de instalarse sobre el territorio imperial, recibiendo la propiedad de la tierra ocupada a cambio de integrarse como reclutas en el ejército romano.

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