LAS CIUDADES MEDIEVALES, SUCIEDAD Y OLORES
Las calles de las ciudades medievales solían ser estrechas, oscilando su anchura entre los 2 y los 5 metros para aprovechar mejor el espacio constreñido y defendido por sus murallas.
Por el contrario, las grandes vías inter urbanas podían pasar de 10 o 12 metros de anchura.
Las cuestas eran características y la sinuosidad definía el trazado urbano, lo que provocaba dificultades en la circulación de carruajes y caballerías.
Las calles estaban constantemente muy animadas y bulliciosas, aunque no dejaban de entrañar peligros. Uno de ellos era la suciedad que caracterizaba el entorno urbano, en el que convivían animales y personas, con sus respectivos restos y basuras.
Esa suciedad intentó ser mitigada a partir del siglo XIII con medidas que garantizaran un mínimo de higiene pública.
Esa falta de higiene se incrementaba al tirar basuras y animales muertos (ratas, gatos, perros y gallinas) en sus estrechas calles, en las que también se vaciaban los orinales, pues en muchas casas no había letrinas o retrete.
También había en las ciudades muchos malos olores: de las curtidurías de pieles, de los establos y cuadras de animales, de basuras y orines, de animales muertos -hasta que un carro municipal los recogía- y de los corrales de gallinas y patos, así como el olor corporal de la gente que no se lavaba más que la cara para despejarse al despertar.
José Luis Martínez Sanz: LA EDAD MEDIA

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