EL HORROR EN POE Y LOVECRAFT
En las narraciones de Howard Phillips Lovecraft no nos encontramos tan fácilmente con las figuras más clásicas de la narrativa fantástica, gótica y horrorosa como vampiros, brujas, hombre-lobos y los eternos demonios y fantasmas; o mejor, en las historias del Lovecraft más joven, por ejemplo, los relatos elaborados en los años '20, tales sujetos están presentes, como en THE HOUND, THE DREAMS IN THE WITCH'S HOUSE, THE OUTSIDER.
Pero resulta peculiar la manera en que son interpretadas estas figuras arquetípicas, introduciendo la idea que tales monstruos son a su vez la manifestación de fuerzas oscuras y desconocidas, las cuales sólo pueden ser percibidas por la razón humana en una mínima magnitud o ramificación.
Además, de alguna manera, el hombre (la bruja, el brujo, el clérigo malvado) puede abrir el camino a esa realidad ominosa que yace, acecha, tras el umbral de lo desconocido, siendo al final aplastado y aniquilado.
En este sentido se puede decir que lo Fantástico en Lovecraft se distancia del de Edgar Allan Poe. El autor de TALES OF HORROR AND IMAGINATION, a diferencia del más joven Lovecraft, había heredado en buena parte la concepción del idealismo romántico, y su obra narrativa lleva al apoteosis el tema del horror que emerge de los abismos de la psiquis humana. "El terror no proviene de Alemania, sino del alma", sostiene Poe a quien lo acusaba de plagio hoffmaniano.
La espantosa situación, en los más oscuros relatos de Poe, no es narrada y aceptada como mero dato objetivo sino vivida en primera persona por el sujeto. De esa forma, reina la incertidumbre y la imposibilidad de establecer si el horror surge de la realidad exterior o de una alucinación.
Es el mecanismo clásico del CONTE FANTASTIQUE de los siglos XVIII y XIX, desde E.T.A. Hoffmann a Gautier, de Nerval a Villers de l'Isle-Adam.
En los relatos de Lovecraft, en cambio, el horror es cósmico en tanto desencadenado por la conciencia objetiva de la existencia de inconcebibles monstruosidades intergalácticas, que destruyen las certidumbres antropocéntricas.
Jari Padoan
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