INVASIONES DE ÁVAROS Y ESLAVOS EN EL IMPERIO BIZANTINO EN EL SIGLO VII. LA GUERRA CONTRA LOS PERSAS
A la vez que el Imperio bizantino sufría tan pesadas pérdidas en el sur y el este, a causa de las guerras pérsicas, surgía en el norte otro peligro, que constituía también una serie amenaza.
Las hordas ávaro-eslavas de la Península Balcánica, conducidas por el kan de los ávaros, se dirigían hacia el sur saqueando y devastando las provincias septentrionales. Llegaron hasta la misma Constantinopla, donde chocaron con los muros de la ciudad.
Esta vez (hacia el año 617) la expedición se limitó a incursiones que procuraron al kan de los ávaros numerosos prisioneros y rico botín, que condujo al norte.
Tales movimientos de pueblos dejaron huellas en los escritos de un contemporáneo del emperador Heraclio, Isidoro, obispo de Sevilla, quien observa en su crónica "Heraclio entró en el sexto (o quinto) año de su reinado, al principio del cual los eslavos conquistaron Grecia a los romanos y los persas se apoderaron de Siria, Egipto y gran número de provincias".
Tras alguna vacilación, el emperador decidió atacar a los persas. Dada la penuria del tesoro, Heraclio apeló a las riquezas de los templos de la capital y las provincias, ordenando que se transformasen aquellos bienes en monedas de oro y plata.
El peligro de los ávaros en el norte del Imperio se alejó mediante el pago de una gruesa suma de dinero y la entrega de rehenes distinguidos. Y después, en la primavera del 622, el emperador se trasladó al Asia Menor, donde reclutó muchos soldados, instruyéndolos en el arte de la guerra durante varios meses.
La guerra contra los persas, que tenía por fin secundario la recuperación de la Santa Cruz y de la ciudad sacra de Jerusalén, asumió formas de Cruzada.
Se cree probable que Heraclio sostuvo 3 campañas contra los persas entre los años 622 y 628, coronadas por brillantes éxitos. Heraclio se aseguró la ayuda de las tribus caucásicas y la alianza de los kázaros. Uno de los principales escenarios de las operaciones militares fueron las provincias persas del norte, fronterizas al Cáucaso.
En ausencia del emperador, ocupado en conducir los ejércitos a aquellas lejanas expediciones, la capital corrió un serio peligro. El kan de los ávaros, rompiendo el acuerdo concluido con el emperador, marchó sobre Constantinopla (626) con inmensas hordas de ávaros y eslavos. Había llegado también a un pacto con los persas, quienes enviaron parte de su ejército a Calcedonia.
Las hordas ávaro-eslavas sitiaron Constantinopla, que conoció durante mucho tiempo la mayor ansiedad. Pero la guarnición logró rechazar la ofensiva e hizo huir al enemigo.
Cuando los persas supieron que el kan ávaro, fracasando en su tentativa, se alejaba de Constantinopla, retiraron sus tropas de Calcedonia y las enviaron a Siria. La victoria de Bizancio sobre el kan ávaro en 626 fue uno de los factores principales del debilitamiento del reino de los ávaros.
Hacia la misma época (624), Bizancio perdió sus últimas posesiones en España. La conquista de tales posesiones fue concluida por el rey visigodo español Suintila. Sólo quedaron en manos del emperador las Baleares.
A fines de 627 Heraclio deshizo por completo a los persas en una batalla sostenida no lejos de las ruinas de la antigua Nínive (en las cercanías de la actual Mossul, sobre el Tigris), y avanzó hacia el interior de las provincias centrales de Persia. Cayó en sus manos un rico botín.
A. A. Vasiliev: HISTORIA DEL IMPERIO BIZANTINO
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