CELTAS, ETRUSCOS, GRIEGOS Y AGRICULTORES NEOLÍTICOS EUROPEOS

 Entre las primeras culturas con las que los celtas tomaron contacto debido a sus migraciones estaba la etrusca, alrededor del 400 a. C. 

Que mantenían relaciones comerciales fluidas lo demuestra la presencia de objetos de factura etrusca en los enterramientos celtas. También fue a partir de entonces cuando los celtas empezaron a esculpir representaciones humanas de sus dioses, mientras que hasta aquel momento se habían conformado con tallar del tronco de los árboles toscas formas.

Tras las emigraciones que les llevaron hasta lo que habría de ser la Galia, los celtas iniciaron relaciones comerciales con los griegos vía Massilia (Marsella), que llegaría a ser un importante núcleo de importación de vinos griegos. Debido a este intercambio, se acabaría diciendo que los celtas "eran más griegos que los propios griegos". 

Sus construcciones y conceptos urbanísticos sufrieron tal transformación que Estrabón utiliza la palabra griega POLIS, ciudad, para describir la capital de la tribu Saluvii. También en su moneda copiaban claramente los modelos griegos.

Acaso la más importante de todas las consecuencias que la migración acarreó a los celtas, originalmente nómadas dedicados al pastoreo, fue la de trabar contacto con economías basadas en la agricultura sedentaria.

Aunque es probable que los indoeuropeos practicaran la agricultura al menos a escala limitada, la evidencia lingüística sugiere que era más importante la cría de animales.

Que la crianza de ganado mantuvo su importancia viene demostrado por el ejemplo de Irlanda, cuya economía siguió siendo en buena medida dependiente de ella.

No obstante, al establecerse junto a los granjeros neolíticos asentados en las llanuras de Europa, el cultivo del cereal comenzó a adquirir un papel más relevante.

No sería erróneo suponer que durante este período -además de adoptar y mejorar las técnicas agrícolas empleadas- se produjeran también ciertas modificaciones en sus creencias.

Es muy posible que la mayor de todas estas modificaciones, equiparables a una revolución, tuviera lugar al entrar en contacto con los agricultores neolíticos de Gran Bretaña.  César escribe que "se cree que la doctrina druídica ya existía en Britania y que de ahí fuera importada a la Galia", añadiendo que "incluso hoy, aquellos que desean realizar un estudio profundo de ella generalmente van a Britania con tal propósito".

En la literatura vernácula podemos encontrar datos que apoyan tal afirmación, pero lo más importante aún es la existencia en Gran Bretaña de un buen número de grandes emplazamientos que, incluso con anterioridad a la llegada de los celtas, debieron de ser conocidos aunque sólo fuera por las relaciones comerciales que sus habitantes mantenían.

Son emplazamientos británicos únicos, de los que hay al menos 900. Entre los que hoy nos resultan conocidos, los más impresionantes son Avebury y Stonehenge.

En general suele aceptarse que están todos geográficamente alineados.

La arqueología también brinda cierto refuerzo a la creencia de que Gran Bretaña era de especial importancia para el druidismo. Algunos emplazamientos celtas del continente, como el de Goloring, cerca de Coblenza, fueron construidos al estilo de los CURSUSES (corredores) neolíticos británicos, como tratando de imitar deliberadamente un pasado ya remoto. 

También hay similitud entre los fosos rituales encontrados en todo el mundo celta. Algunos de los ejemplos más primitivos se hallan en Gran Bretaña y son claramente pre-celtas. Tanto en los fosos pre-celtas como en los más tardíos han aparecido restos humanos que probablemente proceden de los sacrificios y, en algunos casos, una estaca de madera o un tronco de árbol. 

También de tiempos pre-celtas data la costumbre de enterrar los cuerpos, especialmente de los jóvenes o lo niños, en los cimientos de un nuevo edificio. Se encuentran ejemplos de ello en Stonehenge y Avebury.

Ward Rutherford: EL MISTERIO DE LOS DRUIDAS